viernes, 29 de noviembre de 2024
El MISTERIO del CEMENTERIO de Niños en Durango: ¿Por Qué Nadie se Atreve...
los perros tambien lloran
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David era un joven de 19 años que había encontrado en la crueldad su forma de entretenimiento. Con un teléfono móvil en mano, grababa sus atrocidades y las subía a internet, buscando likes y seguidores. Torturaba a los perros que encontraba, disfrutando de su sufrimiento y del pánico que reflejaban en sus ojos. Para él, eran solo objetos, herramientas para alcanzar la fama en un mundo que a menudo premiaba la brutalidad.
Un día, decidió que necesitaba un nuevo "protagonista" para sus videos. Así que se dirigió a una perrera local, un lugar que había sido denunciado por el maltrato animal, pero que aún operaba con la esperanza de encontrar hogares para los perros que allí vivían. David entró con una sonrisa burlona, observando a los animales tras las rejas, sintiéndose como un rey en su dominio.
—Voy a llevarme al más bonito —dijo en voz alta, provocando miradas de desaprobación de los voluntarios que allí trabajaban.
Se acercó a una jaula al fondo, donde un perro de pelaje negro y ojos tristes lo miraba fijamente. Era un animal grande, imponente, pero había una tristeza en su mirada que lo intrigaba. Sin embargo, David no sentía compasión; solo pensaba en cómo podría hacer que ese perro sufriera y entretuviera a sus seguidores.
Mientras el encargado de la perrera le traía el contrato de adopción, David se distrajo mirando su teléfono, revisando sus últimos videos. Fue entonces cuando escuchó un extraño ruido detrás de él. Al girarse, vio cómo varios perros estaban moviéndose inquietos en sus jaulas. Una sensación extraña lo invadió, pero desechó la idea; eran solo animales asustados.
De repente, el sonido se intensificó. Los perros comenzaron a ladrar con desesperación, como si compartieran un secreto oscuro. Y antes de que David pudiera reaccionar, las puertas de las jaulas empezaron a abrirse una tras otra. Los voluntarios gritaron y corrieron hacia los animales, pero era demasiado tarde. Los perros habían encontrado su oportunidad.
El perro negro fue el primero en salir. Con una velocidad sorprendente, se lanzó hacia David, quien retrocedió asustado. Pero no había dónde escapar; los otros perros lo rodearon rápidamente, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y dolor.
—¡No! ¡Alto! —gritó David, intentando empujar al perro negro, pero era inútil. El animal se abalanzó sobre él con una fuerza inusitada.
Los otros perros se unieron al ataque, mordiendo y desgarrando la ropa de David mientras él caía al suelo. El terror se apoderó de él al darse cuenta de que estaba atrapado en medio de una manada furiosa. Intentó gritar, pero el sonido se ahogó en su garganta. Las mordeduras eran dolorosas y rápidas; cada vez que intentaba levantarse, más perros se lanzaban sobre él.
En un último intento por escapar, David logró arrastrarse hacia la puerta de salida, pero los perros lo alcanzaron antes de que pudiera llegar. Su cuerpo fue cubierto por un mar de pelaje y dientes afilados. La desesperación llenó el aire mientras los ladridos resonaban como un canto fúnebre.
En cuestión de minutos, el joven que había disfrutado del sufrimiento ajeno fue reducido a un cuerpo sin vida, despedazado por aquellos a quienes había torturado y menospreciado. En el silencio que siguió al caos, solo quedaron los ecos de los ladridos y el viento susurrando entre los árboles.
Los perros habían encontrado su venganza. En esa perrera olvidada por la sociedad, donde el dolor había reinado durante tanto tiempo, ahora se escuchaba un lamento diferente: el lamento de la justicia. Y así, mientras la luna iluminaba el lugar, los perros también lloraron; no solo por su sufrimiento pasado, sino por la liberación que finalmente habían encontrado
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miércoles, 20 de noviembre de 2024
la chica de la caja
𝐂𝐚𝐝𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞, 𝐜𝐫𝐮𝐳𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐦𝐮𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐡𝐨𝐠𝐚𝐫.
No tengo claro cómo, pero algo me empuja a caminar, a poner un pie frente al otro hasta llegar a ese pequeño minimarket lugar iluminado que huele a café y cigarrillos.
Siempre llevo el mismo abrigo gris, el único que tengo, y me acerco al mostrador. Veo a la chica tras la caja; siempre está tan cansada, mirando su reloj, aguardando el fin de su turno. Me reconozco en su resignación, en su forma de ignorar a los clientes hasta que piden algo. Le sonrío y ella siempre me devuelve la sonrisa. Y cada noche, pido lo mismo: un frasco de leche en polvo y un frasco de puré de manzana para mi hijo.
Ella me sonrió, Josy, decía su gafete y me dijo el valor a pagar.
Aquella noche fue diferente. No sentía las monedas, no las encontraba; mi abrigo estaba vacío, mis manos temblaban, y la chica debió notarlo, porque me miró con esos ojos llenos de comprensión. Me ofreció el frasco y la leche, y me dijo que podía pagarlo luego, pero yo insistí. Busqué algo, cualquier cosa, hasta que mis manos encontraron el medallón. Era lo último que me quedaba en la vida.
Ella no quiso tomarlo, pero no podía aceptar irme sin darle algo a cambio. Finalmente, ella me entregó la bolsa y yo le dejé el medallón sobre el mostrador.
Sentí su presencia siguiéndome, su sombra tras de mí, mientras caminaba de vuelta. No importaba cuánto caminara, yo seguía siendo parte de este lugar, y sabía que ella debía verlo.
Al llegar, volví a mi rincón en ruinas, donde me encontraba cada noche junto a mi pequeño, tan tranquilo, tan eterno. Lo vi allí, dormido, envuelto en mantas gastadas, y supe que la chica estaba tras de mí. Sé que me observó con terror y lástima, que vio mi cuerpo frío y quieto en el suelo, pero lo importante era que mirara a mi hijo. Necesitaba que alguien lo viera.
Me acerqué a ella, o eso intenté. No tengo fuerza para susurrarle, pero cuando vi sus ojos mirarlo, supe que lo entendía. La vi recogerlo entre sus brazos, y en ese instante, sentí algo tan extraño, tan parecido a la paz.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, uno de los últimos rastros de lo que fui. Mientras ella salía con mi pequeño, supe que él estaría a salvo, y que, aunque mi noche nunca terminara, mi turno estaba cumplido. si te ha gustado la historia dejanos un comentario para saber tu opinion
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sábado, 16 de noviembre de 2024
LOS SAPOS DE LA LAGUNA
sábado, 9 de noviembre de 2024
El curandero
𝐄𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨, 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢́𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨, 𝐮𝐧 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐬𝐨𝐥𝐢𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐢́𝐚 𝐞𝐧 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐚𝐥𝐞𝐣𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐦𝐚́𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐚𝐬. 𝐒𝐮 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐲 𝐝𝐞 𝐫𝐮𝐦𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞. 𝐀𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐢́𝐚 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐚𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨, 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐞𝐧 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢́𝐚 𝐬𝐮 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚. 𝐌𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐨𝐬 𝐲 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐫𝐢𝐭𝐮𝐚𝐥𝐞𝐬. 𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐮𝐥𝐭𝐚𝐛𝐚𝐧, 𝐚𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐚 𝐬𝐮 𝐥𝐚𝐛𝐨𝐫. 𝐀𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫, 𝐯𝐢𝐯𝐢́𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐨 𝐜𝐮𝐥𝐭𝐢𝐯𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚 𝐚𝐭𝐫𝐚́𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐜𝐚𝐬𝐚.
𝐔𝐧 𝐝𝐢́𝐚, 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐦𝐮𝐫𝐢𝐨́ 𝐲 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐫𝐨𝐧. 𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐧𝐨 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚, 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐢𝐨́ 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐮𝐧 𝐯𝐞𝐥𝐨𝐫𝐢𝐨 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐢𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚. 𝐏𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐚𝐭𝐚𝐮́𝐝, 𝐜𝐨𝐥𝐨𝐜𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐝𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨. 𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐦𝐛𝐚𝐫𝐠𝐨, 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚𝐧̃𝐨 𝐨𝐜𝐮𝐫𝐫𝐢𝐨́. 𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐞𝐥 𝐚𝐭𝐚𝐮́𝐝 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐮𝐧𝐚𝐬 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐚𝐬. 𝐍𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐬𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐝𝐞 𝐝𝐨́𝐧𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚𝐧 𝐯𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨. 𝐋𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐨́ 𝐪𝐮𝐢𝐞́𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐚𝐥𝐥𝐢́, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐬𝐮𝐩𝐨 𝐝𝐚𝐫 𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧.
𝐀 𝐩𝐞𝐬𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚𝐧̃𝐞𝐳𝐚, 𝐞𝐥 𝐯𝐞𝐥𝐨𝐫𝐢𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐨́. 𝐋𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨́ 𝐲 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐯𝐞𝐥𝐨́ 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐞𝐭𝐨 𝐲 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨. 𝐋𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐥𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢́𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐛𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨𝐬𝐨. 𝐀𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫, 𝐥𝐨𝐬 𝐯𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐚 𝐝𝐨𝐫𝐦𝐢𝐫, 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐬𝐚, 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐫𝐞𝐠𝐫𝐞𝐬𝐚𝐫 𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐚𝐫𝐥𝐞 𝐬𝐞𝐩𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚.
𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐫𝐞𝐠𝐫𝐞𝐬𝐚𝐫𝐨𝐧, 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚 𝐢𝐧𝐞𝐱𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐛𝐥𝐞. 𝐄𝐥 𝐚𝐭𝐚𝐮́𝐝 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐯𝐚𝐜𝐢́𝐨. 𝐄𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢𝐝𝐨, 𝐚𝐥 𝐢𝐠𝐮𝐚𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐚𝐬. 𝐋𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨 𝐲 𝐞𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐬𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐚𝐭𝐦𝐨́𝐬𝐟𝐞𝐫𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨𝐬𝐚 𝐲 𝐝𝐞 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫.
𝐋𝐚 𝐧𝐨𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐬𝐞 𝐞𝐱𝐭𝐞𝐧𝐝𝐢𝐨́ 𝐫𝐚́𝐩𝐢𝐝𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐲 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐳𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨. 𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐜𝐢́𝐚𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐚𝐝𝐨 𝐬𝐮 𝐚𝐥𝐦𝐚, 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐚𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐢́𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐝𝐞𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨.
𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐨𝐧𝐜𝐞𝐬, 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐢𝐫𝐭𝐢𝐨́ 𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨𝐬𝐨. 𝐋𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐧 𝐫𝐮𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚𝐧̃𝐨𝐬, 𝐬𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚𝐧 𝐜𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞𝐬. 𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐚𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐚𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐧 𝐯𝐢𝐬𝐭𝐨 𝐚𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚𝐥𝐫𝐞𝐝𝐞𝐝𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚, 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐦𝐚𝐧𝐨 𝐥𝐚𝐬 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐚𝐬.
𝐇𝐨𝐲 𝐞𝐧 𝐝𝐢́𝐚, 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐬 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐞𝐳𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐮𝐛𝐫𝐢𝐨́. 𝐏𝐨𝐜𝐨 𝐬𝐞 𝐯𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐮́𝐧 𝐝𝐢́𝐚 𝐟𝐮𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫 𝐞𝐧 𝐬𝐢́ 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐬𝐮 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐲 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥𝐥𝐢́ 𝐬𝐞 𝐯𝐞 𝐚𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨.
¿𝐀 𝐝𝐨́𝐧𝐝𝐞 𝐟𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨? ¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐚𝐬? 𝐄𝐬 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐡𝐚 𝐬𝐚𝐛𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐚𝐫.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
LA VENGANZA DE LA BRUJA LIVA
En tiempos oscuros de la humanidad, la Santa inquisición, perseguía y mataba a aquellas que según su criterio eran brujas y seguían al demonio, tal fue el caso de Liva.
Su mayor perseguidor fue el cardenal Frago, el cuál dictaminó su ejecución, siglos adelante, su descendencia, seguía ejerciendo ciertas disposiciónes.
Un sacerdote de ideas oscuras Facio Frago, curiosamente vivía en un pueblo donde se desarrollo la ejecución de Liva, el lugar donde en otras épocas se juzgaba a las brujas, se volvió una casa de huéspedes.
Aún conservaba vestigios de aquellos terribles años, el padre Facio era cruel incluso con sus mismos colegas, aunque el sacerdote sabía perfectamente la historia de su descendencia, dudaba y se reía de que la bruja Liva cobrará venganza.
- Padre no sea dudoso de lo que pueda ocurrirle, tarde o temprano esas venganzas se cumplen
- ¡¡ Bah esas son tonterías de una leyenda !! ¡¡ Además vivimos otros tiempos !!
- Pero eso nada tiene que ver con los tiempos, la crueldad de su pariente fue sin límites
Los días y semanas pasaron, sin cambios, ni alteraciones, hasta que el padre empezó a tener pesadillas referentes a la bruja asesinada y despertaba alterado.
- ¡¡ Dios Santo !! ¡¡ Esa maldita bruja muerta no me deja en paz !!
Aunque el cura Facio deseaba seguir con normalidad sus actividades, sus reacciones estaban cada vez más y más alteradas, al igual que sus muchas malas acciones cometidas con propios y extraños.
Una madrugada que se quedó dormido en la sala, unos pasos lo despertaron, mirando alterado la silueta de la bruja.
- ¡¡ Maldito asesino !! ¡¡ Ahora cobraré venganza por todos estos años de sufrimiento y penar sin descanso!!
- ¡¡ Lárgate bruja !! ¡¡ Yo no ordene tu muerte !!
- ¡¡ Eres igual de cruel que tus anteriores descendientes!! ¡¡ Morirás asesino !!
Un espeso y denso humo negro surgió en la sala, aunque el cura intentó usar su biblia y cruz, Dada su maldad interna, fue absorbido por la venganza de Liva y nunca más se supo de él.
De ese modo y cumplida su venganza, Liva pudo al fin descansar en paz y saber que de un modo u otro nada se escapa a la revancha de una bruja
lunes, 4 de noviembre de 2024
la ultima bendición
Las noches en Pontearnelas parecían interminables cuando la niebla se posaba sobre el río Umia, envolviendo en su humedad los cantos antiguos del puente de los Padrinos. Según contaban, nadie debía cruzarlo después de la medianoche si el río murmuraba fuerte. La leyenda insistía en que el espíritu de una mujer rondaba el lugar, esperando a un padrino que nunca llegó.
Hace siglos, una mujer llamada Elvira acudió al puente en una noche oscura de otoño. Su vientre apenas comenzaba a redondearse, y temía que, como tantas otras veces, la vida en su interior se escapara antes de ver la luz. Con fe ciega, pidió la bendición de un hombre desconocido, como dictaba la tradición, aunque aquel desconocido tardó demasiado en llegar. La noche se alargó en su espera y el frío caló sus huesos, pero ella no abandonó el lugar. La niebla envolvía el puente, y en cada crujir de la madera, creía sentir la presencia de algún alma perdida.
Finalmente, al amanecer, un hombre cruzó el puente. Sin palabras, ella le rogó que la ayudara. Pero el hombre se detuvo, observándola con los ojos oscuros y vacíos. "Lo siento", murmuró, "pero no soy quien crees". Su figura se desvaneció entre la niebla, como un espejismo.
Elvira cayó de rodillas, sintiendo el peso de aquella maldición que parecía no tener fin. Murmuró una última oración y desapareció, dejando tras de sí el eco de una promesa rota. Desde entonces, cuando el río Umia se torna inquieto y la bruma oculta la noche, se escucha un susurro en el puente: "Elvira aún espera".
Dicen que, si algún hombre se atreve a cruzarlo a medianoche, sentirá el peso de una mirada fría que espera, con la esperanza de cumplir la promesa de un destino que quedó en suspenso. Pero aquellos que lo intentaron nunca regresaron para contar lo que vieron.
Manuel Losada
DEVORANDO AL MONSTRUO
No sé si alguien realmente leerá esta historia. Tampoco sé si me juzgarán, pero ha llegado el momento en que necesito sacarla de mi pecho, como un veneno que debe drenarse. Fue hace algunos años, pero cada momento aún vive en mí, cada grito, cada golpe, no tuve más alternativa al tomar esa decisión, para finalmente ser libre.
Todo comenzó con amor, o al menos eso fue lo que pensé, que era el amor. Me casé joven, demasiado joven, con un hombre que me prometió el mundo entero. Era encantador, guapo y parecía quererme con una intensidad que me hacía sentir la persona más especial sobre la faz de la Tierra. Pero ese hombre que alguna vez pensé que me haría feliz, con el pasar del tiempo se fue transformando en un despreciable ogro.
El encanto desapareció, y en cambio llegó una tiniebla que no tardó en devorarnos a ambos.
Al principio fueron solo palabras hirientes palabras que podía ignorar o justificar. "Estaba cansado", me decía, "solo tuvo un mal día". Pero esas palabras crecieron y se convirtieron en insultos, quizás fue porque nunca pude darle los hijos que tanto anhelaba, y siempre me decía "estás seca por dentro, ni para madre serviste maldita inútil". Luego
continuaron los empujones. Y finalmente llegaron los golpes. Era como si el hombre que había amado hubiera sido reemplazado por una bestia, y poco a poco fui olvidando cómo era ser feliz, hasta que el miedo se volvió mi día a día, tan constante en mi vida.
Las noches se hicieron largas, a menudo llegaba a casa completamente borracho, tropezando y tambaleándose, con los ojos llenos de rabia y las manos listas para desquitarse conmigo. No importaba si estaba callada o si trataba de defenderme. Siempre encontraba una excusa para humillarme, para recordarme que yo no era nadie y que mi vida dependía de él.
Los abusos se convirtieron en algo peor. Perdí toda dignidad, toda esperanza, me miré al espejo después de que él terminó de golpearme, y vi a una mujer debil. No tenía fuerzas ni para Ilorar; solo quedaba en mí una calma extraña, que me permitió tomar una gran decisión.
Pasaron días en los que traté de sobrellevar mi vida, casi como si estuviera en modo automático. Me levantaba me movía, hacía las tareas, y todo mientras su voz y sus golpes seguían ahí. Pero en el fondo yo sabía que esto muy pronto terminaria. Y que él en su ceguera, no se daba cuenta de que se acercaba el final.
Llegaba la noche y él venía completamente borracho. Cayó en el sillón y se quedó dormido, roncando con la boca abierta, eso me producía un asco profundo. Supe que ese era el momento perfecto, caminé hacia la cocina lentamente tomé el cuchillo más grande y afilado que pude encontrar y regresé paso a lento, hasta donde él yacia durmiendo.
Mi mano ni siquiera tembló, todos esos años de dolor y humillación, me habían fortalecido. Me acerqué y sin pensarlo más, el cuchillo se hundió en su carne.
No gritó su cuerpo apenas reaccionó y sentí cómo cada movimiento de la hoja, cada corte desprendía un pedazo de mí, que él había destrozado, la sangre tibia corría manchando el sillón y mis manos por completo, el lugar fue invadido por ese olor metálico y extravagante.
No puedo decir cuánto tiempo pasó pero cuando terminé, no sentí ningún remordimiento, miré el desastre ante mí y lejos de sentirme culpable, al contrario, sentí un gran alivio, ese que no sentía hacia mucho tiempo.
Ahora venía la parte difícil: deshacerme de todo. El temor a que me descubrieran se mezclaba con la adrenalina, pero sabía que no podía fallar.
Tomé cada parte de su cuerpo y lo llevé a la cocina. El olor a sangre impregnaba todo el lugar, yo no sentía náuseas, pero si alguien llegaba lo podria percibir y estaria en graves problemas, asi que opté por prender algunas velas aromáticas para que se disepara un poco el olor, más tarde limpiaría todo el lugar.
Puse a calentar el horno y mientras los minutos pasaban mi mente se desconectaba casi como si fuera una tarea rutinaria, mientras despellejaba la carne de los huesos que por cierto, me tomó toda la noche y la mañana siguiente, ya que ese bastardo era un maldito obeso, y mientras lo hacía decidí colocar sus huesos y partes que no necesitaba en una bolsa grande de basura, como lo era su cabeza sus manos y pies y ni hablar de su pequeño p€N€.
Para más tarde enterrarlos en mi jardín trasero, y con las abundantes plantas que yo tenía nadie los vería o sospecharia, cada trozo lo cociné con calma y sobre todo con mucha paciencia.
Luego llamé a mis dos hermosos perros, esos mismos que él había maltratado tantas veces, y si yo los defendía éramos los tres al mismo tiempo recibiendo golpe tras golpe de aquel miserable, ellos se acercaron moviendo la cola, mirándome con una alegria que me hizo sonreír. Les di cada parte de él, cada pedazo, y ellos comieron sin titubear.
No sé si entendían lo que sucedía, pero me daba igual.
Fui rápidamente a limpiar todo el lugar, usé de todo para que se viera lo más limpio posible, nadie pensaría que una mujer debil como yo hubiera hecho tal atrocidad, sus restos fueron enterrados como lo había dicho al principio, su ropa se la entregué a un vagabundo que pasaba por el lugar, aunque le quedaba muy grande no le importó y se la llevó, y lo que quedaba de su carne la sazoné lo más que pude, y se la di a los animales que habitan en el bosque, Y algunos cuantos perritos de la calle que al mover su cola me agradecían por tal gesto.
Por fin mi tormento terminó esa noche en mi cocina, el hombre que alguna vez me destruyó desaparecía para siempre de mi vida.
Los días siguientes cuando la familia y los amigos empezaron a preguntar por él, inventé la historia perfecta, les dije que se había ido de casa, que había decidido marcharse con otra mujer que sí le pudiera dar los hijos que yo no le puede dar, y yo finalmente estaba tratando de construir mi vida, nadie dudó. Quizás era porque todos sabían el tipo de hombre que era él. No hubo preguntas ni sospechas, los días se volvieron semanas, y las semanas, meses.
Y mi vida comenzó a recuperar la normalidad. Volvía a reír, a salir a la calle sin sentir temor, a vivir sin la constante sensación de amenaza. El miedo se había ido con el tiempo, hasta el recuerdo de aquella noche empezó a desvanecerse. A veces, cuando alguien me preguntaba por él, solo sonreía y decía que no sabía nada, que quizá había encontrado una vida mejor. Y siempre me creían.
Conseguí un trabajo estable como sirvienta en una buena casa. Ganaba lo suficiente para vivir sin preocupaciones, felizmente con mis perritos, quienes me acompañaron durante largos años brindándome compañía y cariño incondicional. Los vi crecer y llegar a la adultez, y uno a uno, con el paso del tiempo, se fueron yendo, dejándome completamente sola. A pesar de sus ausencias mi vida siguió adelante, y en mis recuerdos aparecían ellos dándome la fuerza para continuar.
Transcurrieron los años y yo me había convertido en una mujer tranquila, alguien que se había ganado el derecho a vivir en paz.
Pero la vida como siempre encuentra maneras de ajustar cuentas, empecé a sentir una molestia en el abdomen. Al principio pensé que era una simple infección pasajera algo sin importancia, pero el dolor se intensificó y cada día se volvió insoportable, y de inmediato supe que algo estaba muy mal conmigo.
Los médicos me dijeron que era una infección que había avanzado demasiado, y que mi cuerpo no respondía, y ya era muy tarde para tomar un tratamiento para curar aquello que me aquejaba, ya que descuide mi salud y jamás puse un pie en una sala de hospital, las noches volvieron a ser largas y dolorosas pero esta vez, el dolor no era el de los golpes sino uno que venía de dentro, como si algo me estuviera carcomiemdo poco a poco.
En esta noche mientras el dolor me invade nuevamente, pensé en él, y en lo fácil que había sido deshacerme de ese monstruo, y en cómo al final, había encontrado la paz que tanto había merecido.
No me arrepiento de nada y aunque sé que mi final sera amargo, sé que hice lo que debía hacer. Y si alguna vez alguien llega a escuchar esta historia, que no me juzgue porque en mi lugar creo que hubieran hecho lo mismo.
Esa noche estaba destinada a terminar con él, y simplemente me convertí en lo que el destino me obligó a ser.
AUTORA Karen J.G.R
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El reflejo olvidado
En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, había una antigua y abandonada mansión conocida por sus oscuros secretos y su trágica historia. Cuentan los ancianos del lugar que en la mansión vivía una familia adinerada, cuyos miembros desaparecieron misteriosamente una noche sin dejar rastro. Desde entonces, nadie osaba acercarse al lugar, salvo por los valientes adolescentes que buscaban emociones fuertes.
Una noche, un grupo de amigos decidió desafiar las leyendas y explorar la mansión. Entre risas y bromas, forzaron la puerta principal y entraron al vestíbulo, que aún conservaba muebles cubiertos de polvo y telarañas. La atmósfera era pesada y la luz de sus linternas proyectaba sombras inquietantes en las paredes.
Mientras exploraban, uno de los chicos, Marco, encontró un enorme espejo de cuerpo entero en una de las habitaciones. Era un espejo antiguo, con un marco dorado tallado con figuras demoníacas. Algo en el espejo le resultaba perturbador, pero no podía apartar la vista de su propio reflejo.
De repente, la imagen en el espejo comenzó a distorsionarse. Marco parpadeó, pensando que era un efecto de la luz, pero cuando volvió a mirar, su reflejo ya no era el mismo. Los ojos del reflejo estaban inyectados en sangre y una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro. Marco retrocedió, pero su reflejo no lo imitó. En cambio, se acercó al borde del espejo, como si quisiera salir de él.
El resto del grupo llegó a la habitación, atraídos por los gritos de Marco. Lo encontraron paralizado frente al espejo, mirando con horror su propio reflejo que se movía independientemente. De repente, el reflejo extendió una mano y la atravesó el cristal, agarrando a Marco por el brazo.
Los amigos trataron de liberar a Marco, pero era como si el espejo ejerciera una fuerza sobrenatural. Finalmente, con un fuerte tirón, el reflejo arrastró a Marco dentro del espejo, desapareciendo en un torbellino de oscuridad.
Los amigos, aterrorizados, huyeron de la mansión. Contaron su historia al resto del pueblo, pero nadie les creyó. Sin embargo, la mansión fue cerrada con cadenas y advertencias para mantener alejados a los curiosos.
Años después, una familia nueva se mudó al pueblo. La hija, una adolescente curiosa, escuchó las historias sobre la mansión y decidió explorarla. Encontró el espejo y, al mirarse en él, vio un rostro familiar atrapado en el cristal, con los ojos desorbitados de terror. Era Marco, suplicando en silencio por ser liberado.
El nuevo espejo reclamó otra víctima aquella noche, y así, la leyenda continuó, con cada nuevo curioso quedando atrapado en el reflejo olvidado de la mansión.
LA BAILARINA
Recién me mudé a un nuevo apartamento en una ciudad desconocida, y aunque al principio todo me resultaba extraño, poco a poco me fui acostu...

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David era un joven de 19 años que había encontrado en la crueldad su forma de entretenimiento. Con un teléfono móvil en mano, grababa sus at...
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