NOCHE DE LLUVIA Y TERROR
Cuando compré aquella pequeña casa en las afueras del pueblo, me pareció un lugar adecuado y muy lindo para ir a pasar fines de semana y tal vez vacaciones. Aún no me había casado, pero estaba en mis planes muy pronto hacer vida matrimonial con mi novia. El lugar era rodeado de naturaleza, grandes árboles y se veían las montañas a lo lejos; era un lugar en verdad espectacular.
Cuando empecé con las reformas que se le harían a aquella casa, debí pasar una noche allí. Ya que me sorprendió un fuerte aguacero. Como les contaba antes, en el día era un lugar espectacular y acogedor, pero cuando llegó la noche y mientras la tormenta arreciaba afuera y golpeaba los árboles, en la casa ocurrió algo diferente. El ambiente se hizo sombrío, el lugar era molesto, como si una energía que hubiese dentro de esa casa te quisiera sacar de allí, para ser más tenebroso el momento, en un momento dado, se fue la energía. Yo decidí que sin energía no había más que acostarme a dormir. Ya tenía un pequeño aparato de televisión allí, y si no se podía ver televisión, nada se podía hacer.
A eso de la medianoche desperté asustado, más que nada porque la televisión se había encendido sola y en ella se veía la cara de un hombre barbado y con una mirada feroz y malvada que me miraba fijamente. Podía ser cualquier programa de televisión con el único inconveniente que en la casa todavía no había vuelto el servicio de energía. Me tiré de la cama asustado y desconecté la televisión. Aún así, pasó más de medio minuto que la cara de ese personaje seguía en la televisión desconectada.
Afuera seguía lloviendo suave, pero aún seguía lloviznando. Para dónde me podría ir, yo tenía que quedarme en aquella casa, ya que tampoco había casas aledañas cerca. Pero sabía que en esa casa estaba pasando algo.
Me fui a una habitación contigua donde no había televisión ni ningún aparato eléctrico. Allí me arropé con una manta y me senté en una silla. Quería que la mañana llegara pronto, me quería ir de esa mi casa, la que antes me parecía tan acogedora. En ese momento me parecía la más aterradora de todo lo que hubiera vivido.
Estando allí, mientras me quedaba dormido, escuché pasos en la habitación donde antes estaba. Escuché nítidamente cuando abrían la puerta de la habitación y caminaban por el pasillo que llevaba a donde yo estaba. Asustado, tomé un martillo en mis manos, intentando defenderme. Pero sabía que no me podía defender de fuerzas oscuras, de fuerzas que no son de este mundo.
Los pasos iban retumbando en el piso de madera. Parecía ser un hombre grande, porque sus pisadas eran fuertes. Era como si fuera un asesino que tuviera a la presa atrapada, porque caminaba sin prisa. Efectivamente, la puerta de mi habitación se abrió de un solo golpe y pude ver al hombre que vi en la televisión parado frente a mí, yo temblaba como una palma mecida por el viento y lloraba como un niño, él con su mirada penetrante y fiera, con un machete en la mano manchado de sangre. Se veía que estaba dispuesto a atacarme.
Así que levanté el martillo y me enfrenté a él, pero al hacerlo, este desapareció ante mis ojos, dejando un frío que cubrió la habitación. Caí de rodillas, rezando y llorando, pidiéndole a Dios, al cielo, o a quien fuera que me salvara de aquella endemoniada casa. Si me salvaba esa noche, nunca más volvería allí.
Esa noche la pasé ahí, en esa silla, sentado, llorando. Aquello no volvió a aparecer. Al parecer, mi promesa de no volver había servido.
En la mañana regresé a mi casa y le conté a mi novia lo que había vivido. Le aseguré que esa no era la casa que habíamos soñado, que algo oscuro se escondía allí. Pero ella, un poco más osada que yo, por no decir que mucho, dijo que si algo se escondía, tendríamos que averiguarlo.
Así que ese mismo día, en la tarde, subimos con dos trabajadores y levantamos todo lo que se pudo levantar: pisos, paredes, cuadros antiguos que habían quedado allí. Lo que encontramos en el suelo bajo las tablas nos dejó asombrados. Habían tres cadáveres calaveras ya, se notaba que eran de una mujer y dos pequeños, o al menos así se veía por el tamaño de las calaveras, también al lado de estos había un viejo machete.
Llamamos a la policía e hicimos que revisaran todo. Se abrió una investigación con aquel tema y salió a colación una historia que había sucedido hacía ya muchos años en esa casa. El dueño de esa casa había sido asesinado, dos puñaladas en su cuello, le habían quitado la vida. Él se había arrastrado por toda la casa intentando defenderse e intentando defender a su esposa y sus dos hijos.
Estos últimos habían desaparecido, según la policía, los habían secuestrado y nunca más se había sabido de ellos. También el esposo murió debido a las puñaladas en el cuello, fue enterrado con honores en el pueblo, rindiéndole un homenaje a un hombre que murió intentando defender su familia.
Pero lo que allí se descubrió era más aterrador que lo que yo viví esa noche. Al parecer, aquel hombre asesinó a su familia y la esposa tratando de defender a sus hijos lo había apuñalado. Los regueros de sangre que se veían no era él defendiendo su familia, sino intentando enterrarlas bajo el piso con las últimas fuerzas que le quedaban y con éstas la arma asesina.
Allí en esa casa estaban las almas de aquellos pobres inocentes que habían perecido bajo las manos de su propio padre y esposo. Pero también estaba el alma de aquel malvado que quería seguir guardando ese secreto.
Después de esto, se me volvió a entregar la casa después de algunos papeleos e investigaciones de la policía. La verdad es que nunca volvió a pasar nada y después de que me casé, pasé muchas noches con mi esposa allí. Lo que sí sé es que esta familia, o al menos sus almas, pudieron descansar en paz y se descubrió el secreto de aquel malvado hombre.
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