LA ROSA ROJA

 




Todo comenzó cuando acompañé a mi mejor amiga Giselle a dejarle flores a su madre en el cementerio. Ella, había fallecido hacía un par de meses, razón por la cual, yo trataba de apoyarla en todo lo que pudiera. Compramos flores y se las dejamos sobre la tumba, excepto una rosa roja que me encantó, y que guardé para mí. Mi amiga estaba muy triste, callada, así que le di un poco de espacio y me dediqué a ver las otras tumbas que estaban alrededor. Había muchas con estatuas antiguas majestuosos, jamás me había dado el tiempo de admirar la belleza que puede tener un campo santo. Me llamó la atención una tumba en particular, totalmente descuidada, de hecho, sentí cierta tristeza al verla, pensé que sería de una persona que no tenía familia, ni amigos que fueran a dejarle una flor, por lo que decidí dejarle mi rosa roja. En eso, llegó Giselle y me sacó de mis pensamientos, me despedí de aquella tumba, y al ver la foto mohosa de aquel hombre de la tumba, me sorprendieron sus ojos que extrañamente me resultaron familiares. Al llegar a casa, sentí que algo raro había en mi, me duché, me cambié de ropa, pero seguía con esa sensación extraña. Pasaron los días, y … ¿cómo decirlo? sentía que no estaba sola. Veía mi sombra, pero la forma no era la de siempre. Al principio no le di importancia, pero en una ocasión me di cuenta que mi sombra no estaba sola, al lado de ella, se distinguía otra un poco más grande. Esto me causó mucho miedo, no le encontraba una explicación lógica. Luego fueron ocurriendo situaciones anormales, por ejemplo, cuando me veían de lejos, notaban que estaba acompañada de un hombre. Llegaron estos rumores a oídos de mi madre, ella se preocupó, suponiendo que estaba saliendo con algún chico a escondidas, y que yo no quería reconocerlo. Le conté a mamá lo que me ocurría, pero no me creyó. Me sentí decepcionada por ello, y me fui a dormir temprano. En la madrugada, desperté cuando esa voz extraña me dijo que no me preocupara, que nadie entendería nuestra relación. Abrí los ojos, y vi a ese hombre parado al lado de mi cama. Juro que no era un sueño, él estaba ahí, mirándome, con esos ojos que yo conocía, pero no recordaba de dónde. Me levanté, y fui corriendo a la habitación de mis papás, llorando del susto. Papá se levantó, buscó por toda la casa, pero no encontró a nadie. Yo estaba aterrada, no me atrevía a dormir sola, algo poco común para una adolescente de catorce años. Sabía que ese hombre que estaba al lado de mi cama, era el del retrato del cementerio, pero no le dije nada a mis padres, por temor a que me regañaran por dejarle flores a un extraño. Mi miedo crecía cada día, lo sentía siempre conmigo, y eso me aterraba, tenía un fantasma pegado a mí como parásito, y no sabía cómo deshacerme de él. En las noches sentía como se sentaba a los pies de mi cama, veía como se hundía el colchón, pero no había nadie. Despertaba cada mañana sintiendo una mano fría que me acariciaba la cara. Esto me llevó a no querer dormir, rogaba durante el día que no llegara la noche, temía que este ser tratara de hacerme daño. Quería deshacerme de él, pero no sabía cómo, esto me desesperaba, cada vez que se me presentaba salía corriendo a la cama de mis padres. No me atreví a pedir ayuda por temor a ser internada en una clínica psiquiátrica, ya que mis padres siendo médicos, no creían en estas cosas, para ellos todo tiene una explicación lógica y científica. ¿Y cómo culparlos?, si ni yo misma, antes de esto, creía en seres sobrenaturales. En una ocasión salí con mis amigas al cine, luego de despedirme de ellas, me fui caminando sola a casa, era muy tarde y las calles estaban muy oscuras. Al doblar en una esquina, me encontré con dos hombres, ellos se acercaron a mi con claras intenciones de atacarme, yo quedé paralizada, mientras uno tomó mi bolso, el otro me quitó el celular que llevaba en la mano. Luego, uno de ellos me arrojó contra una pared, me manoseó y trató de sacarme la blusa, pero en ese momento el otro hombre le dijo que se fueran porque yo no estaba sola, del miedo me desmayé, y al recobrar el sentido, encontré mi bolso y mi celular a mi lado. Me levanté y corrí a casa. Al otro día, ví en las noticias que dos hombre habían sido encontrados flotando en el río de la ciudad, al ver las identificaciones de aquellos hombres, me di cuenta que eran los que me habían atacado la noche anterior. Sabía que el responsable de éstas muertes era el mismo ser que me seguía a diario, pero no lo comprendía. ¿Sería que me estaba protegiendo?, o acaso ¿quería ser el único en causarme daño, sin dejar que otros lo hicieran? Miles de ideas pasaron por mi cabeza. Como sea, lo cierto es que me había salvado la vida, y no dudé en comprar otra rosa roja, y fui a dejársela sobre la tumba, como muestra de agradecimiento. Mientras dejaba la rosa en su tumba, mi madre estaba detrás de mi observándome, pues me siguió preocupada por mi comportamiento del último tiempo. -Alicia … ¿qué haces aquí en ésta tumba? Preguntó, con una expresión de preocupación y horror en el rostro. Le conté todo lo que había pasado, ella solo me miraba en silencio, y noté que sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas. Cuando acabé la historia, se llevó las manos al rostro, y sin contener el llanto, se acercó a la tumba, sentándose sobre ella. Se llevó una mano a la boca, dejando un beso que plasmó en la foto de aquel hombre, pidiéndole perdón. -¿Madre que sucede? Pregunté totalmente desconcertada, pero ella no me miraba, solo lloraba con intenso dolor. Después de mucho rato se calmó, se levantó y me abrazó. -Hija, debo confesarte un secreto que pensé que me llevaría a la tumba, pero es necesario que sepas esta verdad. Hizo que me sentara a su lado sobre aquella tumba, y me contó una historia de su juventud. -Cuando era joven, me enamoré locamente de un hombre, que pensé que me había abandonado porque desapareció de mi vida de la noche a la mañana sin dejar rastro. Ahora, viendo la fecha de muerte de este hombre de la tumba, me doy cuenta que nunca me abandonó, murió el mismo día que me dejó en casa de mis padres, la última noche que lo vi. Se puso las manos en la cara nuevamente, y arrancó otra vez en llanto. Traté de entender su impresión, al darse cuenta que su primer amor estaba en aquella tumba, pero yo no entendía porqué éste hombre me seguía. Prosiguió mamá con su historia. -Cuando el desapareció, yo no sabía que tenía un par de semanas de embarazo, y él tampoco se enteró nunca, luego conocí a tu papá y a los meses me casé con él. Papá, jamás me cuestionó por mi estado de embarazo, pues me amaba intensamente, de hecho, me dijo que jamás hablaría del tema, que él sería tu papá, y que nadie se enteraría de la verdad, ni siquiera tú. Hija, el hombre que está en está tumba es tu verdadero padre. Fue entonces, cuando comprendí a quien me recordaban aquellos ojos, ¡¡¡¡ eran iguales a los míos !!!!!! Estaba sorprendida por la noticia, no sabía que sentir, que pensar, que decir, la confusión me dejó en silencio y solo le dije a mamá, que no se preocupara, que todo estaría bien, y que papá jamás se enteraría que yo sabía la verdad de mi procedencia. Fuimos a casa, y esa noche no le temí al fantasma, pues se trataba de mi padre. Me acosté esperando a que se presentara, pero el cansancio me ganó y caí en un sueño profundo. En la madrugada, desperté nuevamente por el peso de alguien sentado a mis pies, pero esta vez no salí corriendo a la cama de mis papás, me senté y le hablé. -Padre, se que eres tú quien está aquí. Dije con algo de miedo, no puedo negarlo. En ese momento pude verlo claramente, y me vi en sus ojos. Le agradecí por la ayuda, le dije que ya no le temería, pero que quería que descansará en paz, pues ya sabía la verdad de quien era. Sorprendentemente me habló y dijo. -Hija no he podido descansar en paz, mi espíritu murió inquieto. El día que fui a dejar a tu madre, los mismos hombres que te atacaron esa noche, fueron los que me atacaron a mí, haciéndome desaparecer en el río, mi cuerpo jamás fue hallado, por lo que me hicieron esa tumba simbólica, que he custodiado desde siempre, esperando por una visita de tu madre. Cuando me mataron, no sabía que tu madre estaba embarazada, pero mi espíritu sabía que tenía un tema pendiente, hasta ese día en que te vi poner esa rosa en mi tumba, fue entonces cuando supe cuál era ese tema. Ahora puedo descansar en paz, pero no te preocupes que jamás te dejaré sola, y siempre que me necesites acudiré a ti para ayudarte. Se que tal vez no sea necesario porque tienes a un buen hombre como papá, y eso me deja conforme. ¡¡ Te amo hija mía !! Ahora debes seguir durmiendo y yo debo partir. En ese momento se desvaneció, yo me quedé con una hermosa sensación de alivio y paz, y en mi habitación había un exquisito aroma a rosas, el cual me llevó a un hermoso sueño, en el que mi padre y yo nos despedimos en un abrazo de luz. Al otro día, al despertar, tenía en mi mesa de noche una rosa roja, obsequio de mi padre, la cual me ha dado en cada uno de mis cumpleaños como señal de que siempre está conmigo. Ahora tengo treinta años, una hija de cuatro que me dice que por las noches, y en sus sueños, ve a un hombre que tiene mis ojos. Eso me da mucha alegría, pues mi padre conoce a su nieta, y ha decidido cuidarla a ella ahora. Mi niña le dice “Su ángel de la guarda”, y yo lo llamo “Papá”. El verdadero amor es tan fuerte que traspasa la barrera de la muerte



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