LA HABITACIÓN PROHIBIDA

 



Mi tía Marina tenía una casa al lado del río, una bella casa que en las tardes era un espectáculo maravilloso. Ver el atardecer y cómo el sol se ocultaba entre las montañas, y además de esto, oír el sonido cadencioso y agradable del río. Un fin de semana, fui a amanecer allí. La tía me dijo que debía dormir en la misma habitación donde dormía mi primo. Le dije que por qué no me acomodaba en la habitación que había sola y quedaba al lado del río, ya que a mí ese lugar me gustaba para dormir y no quería incomodar a mi primo.

La tía me dijo que en esa habitación ocurrían sucesos extraños, que al parecer en ese cuarto había un espíritu o un demonio que no permitía que la gente durmiera allí. Así que esa habitación permanecía siempre sola. En ese entonces, yo tenía veinticinco años, y no podía ser que uno a esa edad sienta miedo de aquellas cosas. Así que le dije a mi tía que yo dormiría allí, aunque ella me lo advirtió. No le hice caso, dije que esa era mi habitación esa noche, y que no se hablaba más del tema. 

Pronto me quedé dormido con el sonido del río cuando golpeaba las rocas, pero poco me duró ese sueño. Desperté convencido de que alguien estaba allí conmigo en la habitación. Pensé que tal vez mi tía o mi primo habían ido a decirme algo, pero la puerta estaba cerrada como yo la había dejado. Quise encender la luz para ver si en verdad había alguien, pero no sirvió. Al parecer, la bombilla se había fundido.

Me senté en la cama , a pesar de la oscuridad, intenté ubicar si había alguien. No lo vi, pero sentí sus pasos arrastrarse como si fuera una persona muy anciana que caminaba derecho a donde yo estaba. En ese momento, de verdad que sentí miedo y recordé lo que la tía me había dicho de aquella habitación. Una fuerza potente, como un viento arrasador, golpeó mi pecho y me tiró de nuevo en la cama. Sentí como la voz de un hombre que hacía “aaaaaaa”, tal vez podría ser un lamento, pero más bien sonaba a un grito amenazante.

Me eché la bendición e intenté taparme con mi manta, pero eso me la arrebató y la vi volar por el aire y caer al lado de la puerta principal. Quise gritar, pero ese mismo viento que me había derribado me hacía sentir un ahogo que no era capaz de respirar. ¿Qué podía hacer? Echarme la bendición e intentar enfrentarme a eso que no podía ver, pero la verdad me tenía presionado contra mi cama y volvía a dar ese grito lastimero o amenazante. No sé cuánto tiempo pasé bajo el poder de aquello que había en la habitación.

De un momento a otro, sentí como arrastraba sus pasos y se volvía a ir sin más. Me puse de pie y corrí a la habitación de mi tía. Allí le conté lo que había pasado. Ella me dijo que esa habitación estaba maldita, que allí vivía un ente o espíritu malvado. 

Seguí yendo donde mi tía, pero como ella me lo advertía, no dormía en esa habitación. Pero un día, una mujer que pasaba por allí le dijo a mi tía que en esa casa había alguien, que en esa casa había un alma que no había podido descansar. Y le dijo exactamente dónde era. Nos llevó a aquella habitación, allí, sin más, y como si supiera exactamente dónde ir, detrás de unas pequeñas tablas que habían, sacó una pequeña caja de madera casi destrozada por los años. En ellas se veía un polvo café y gris. La abrió y le dijo a mi madre que las tiraría al río para que el alma que habían encerrado allí pudiera descansar en paz.

No es que hubieran enterrado las cenizas de una persona, es que habían dejado prisionera un alma de un ser que, aunque no era malo, hacía daño o asustaba a las personas intentando que encontraran sus restos y lo dejaran descansar. A pesar de lo que dijo la mujer, esa habitación en la casa de mi tía permanece siempre vacía. Nadie duerme allí, solo mi tía entra  en las horas de la mañana, ya que en la tarde le da miedo, la asea y la vuelve a cerrar con llave, porque siempre dicen que en esa habitación vive un espíritu o un alma que no ha podido descansar.

MORALEX

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