jueves, 22 de agosto de 2024

CASTIGO ETERNO




Abelardo Orellana era un joven campesino dedicado a ayudar a su padre, aunque campesino y obediente a su padre, era ambicioso y soñaba con poseer las tierras de su padre, pero sabía que eso sería difícil porque los hombres de su familia eran bastante longevos, su abuelo de noventa y siete años aún vivía con ellos, la esperanza que su padre muriera era bastante remota, así que debía forzar la suerte , lo planeó muy bien, el domingo de ramos iría al pueblo, como era retirado de su casa volvería solo hasta el lunes, era esa su coartada, su plan era regresar por detrás de la casa y asesinar a su padre, decir que había sido un robo , no importaba el abuelo, el sabía que este ya no se metería en el tema de las tierras y el ganado, todo lo hizo según lo planeado, llegó a eso de las siete de la noche, estaba seguro que el abuelo dormía y su padre estaría escuchando radio en su habitación, los perros no ladraron al conocerlo, fue hasta donde estaba su padre, con un mazo con el cual se clavaban las estacas para las cercas le destrozó la cabeza, quedó irreconocible.

Quién iba a sospechar de él propio hijo, el lunes subió a la media mañana como si no supiera del asunto, ya las autoridades se habían hecho cargo, él “ al enterarse” rompió en llanto, no había un hijo más desolado y triste, juró por la memoria de su padre que encontraría los culpables y se vengaría, no descansaría hasta hacerlos pagar por tan horrendo crimen, el entierro se llevó a cabo con todas las de la ley, las autoridades no tenían indicios de él asesino, por pedido del abuelo los restos del padre se enterraron en la misma hacienda donde fue asesinado, a pesar que Abelardo creía que el abuelo no interferiría en las cosas de la hacienda y los animales, pues no sólo lo hizo sino que se puso al frente de todo lo referente a los negocios, que decepción para nuestro asesino, en su mente empezó a fraguar otro plan de sangre y muerte, no fue necesario, el abuelo enfermó y se veía difícil su recuperación, una noche que fue a llevarle un poco de agua, el abuelo le pidió sentarse a un lado, la muerte del padre llevaba dos años largos, el abuelo con su voz cansada le habló al oído, le dijo que el sabía lo que había ocurrido y el había visto el asesinato, así que lo condenaba a vagar por el mundo cargando en un saco los huesos del padre, no descansaría y vagaría por caminos y montañas, así hiciera verano o invierno, no bebería, ni comería en ningún momento, sentiría sed y hambre pero nunca la podría saciar, así como le prometió al padre no descansar hasta dar con el asesino, el lo condenaba por su crimen; no entendía nada, porque no acusarlo si sabía de su crimen, fue a hablarle, pero el abuelo había muerto, en la mañana dio aviso a todos los vecinos de la muerte de su abuelo, también este fue enterrado al lado del hijo.

Que más le podía pedir a la vida, era el amo y señor de todo, tierras y ganado, sintió sed pero no podía beber agua esta caía por los lados antes de llegar a su boca, sintió hambre pero pasó igual, los perros le huían y le gruñían con la cola entre las patas, le temían, estuvo abajo en el potrero donde estaba el mejor ganado revisando las cercas, al subir en la tarde vio varias personas en su casa, hablaban de otro muerto, nadie parecía verlo así que fue donde estaba el cadáver, para su asombro y horror, el era el muerto, intentó hacerse ver y escuchar, pero nadie lo veía, estaban pendientes del cadáver, fue enterrado al lado de su padre y su abuelo, que locura era aquella pensó, vagó de arriba a bajo, sintiendo, frío, calor, pero no encontró reconfortar ninguno de los dos, sintió hambre y sed, pero tampoco los pudo saciar, aquello era una locura y desesperación, sin saber que hacer fue hasta la tumba donde estaban los tres, allí los vio sentados, no solo a su padre y abuelo, también el estaba allí, se veía a sí mismo escuchando lo que hablaban, su padre estaba cayado, era su abuelo quien le decía a él, toma un saco y echa dentro los huesos de tu padre y vete por el mundo, paga tu crimen.

Paso unas dos semanas más en los alrededores, entendiendo que el era un fantasma o un alma, pero con las necesidades de una persona normal, una noche hizo lo que el abuelo había dicho, echó los huesos de su padre en un saco y se fue de allí, vaga por el mundo sin rumbo fijo, de cuando en vez pasa por lo que fue su casa, como no habían más herederos pronto solo fueron ruinas, algunos animales murieron, otros se los llevaron los vecinos, en aquella región y en algunas más apartadas se asegura que en la noche en caminos oscuros, se puede encontrar a Abelardo Orellana, con los huesos de su padre en un saco a las espaldas, con su cara triste, da unos alaridos de dolor que hace enfriar hasta el alma.

MORALEX


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