SOMBRAS ETERNAS


 Adrián era un pintor talentoso, conocido por sus obras llenas de vida y color. Isabela, por otro lado, era una joven de noble linaje, cuyos padres desaprobaban su relación con un hombre de tan humilde origen. Sin embargo, los amantes eran inseparables y soñaban con un futuro juntos, lejos de las restricciones de su sociedad.

Una noche, bajo la luz de una luna llena, decidieron huir del pueblo para comenzar una nueva vida. Pero sus planes fueron descubiertos, y en un arrebato de ira y despecho, los padres de Isabela maldijeron a la pareja. Fueron condenados a vagar por la oscuridad eterna, incapaces de encontrar descanso ni paz.

Desde entonces, el pueblo fue testigo de eventos inexplicables. En las noches sin luna, se podían ver sombras danzando en los campos y bosques cercanos, figuras espectrales que se movían en silencio. Eran Adrián e Isabela, atrapados en una existencia sombría, condenados a buscarse el uno al otro en la oscuridad sin fin.

La maldición no solo los separó físicamente, sino que también les impidió comunicarse. Aunque sus espíritus estaban presentes, no podían tocarse ni hablarse, solo sentir la eterna angustia de estar tan cerca pero a la vez tan lejos. Adrián, con el corazón lleno de desesperación, intentaba plasmar su amor y dolor en pinturas que dejaba en las casas del pueblo. Sin embargo, las pinturas siempre aparecían distorsionadas, mostrando figuras de sombra entrelazadas en un abrazo eterno.

Isabela, por su parte, vagaba por el bosque, dejando rastros de su presencia en forma de flores marchitas y hojas caídas, como si intentara señalar el camino hacia Adrián. Los habitantes del pueblo, al ver estos signos, comenzaron a temer la oscuridad, creyendo que si las sombras de Adrián e Isabela los alcanzaban, ellos también quedarían atrapados en su condena.

Con el paso de los años, la historia de los amantes condenados se convirtió en una advertencia para los jóvenes del pueblo. Se decía que en la noche de luna nueva, si una pareja enamorada se adentraba en el bosque, podrían ver las sombras de Adrián e Isabela danzando en la oscuridad, una visión tan hermosa como aterradora.

Una noche, una joven pareja decidió desafiar la leyenda. Creyendo que su amor era lo suficientemente fuerte como para romper la maldición, se adentraron en el bosque, buscando liberar a las sombras de su tormento. Pero al llegar al claro donde se decía que las sombras danzaban, encontraron solo silencio y oscuridad.

De repente, las sombras aparecieron, envolviéndolos en un abrazo frío. La joven pareja sintió un escalofrío recorrer sus cuerpos mientras las sombras susurraban palabras de amor y desespero. Fue entonces cuando comprendieron la verdad: Adrián e Isabela no buscaban liberación, sino compañía en su eterno tormento.

El pueblo nunca volvió a ver a la joven pareja. Desde entonces, en las noches sin luna, se dice que se pueden ver cuatro sombras en lugar de dos, danzando en la oscuridad. Es un recordatorio de la fuerza y el peligro de un amor eterno, condenado a vagar en las sombras para siempre.


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