GUARDO A MI HIJO EN UN COFRE
Cada mañana al despertar, abro el cofre donde tengo a mi hijo. Mientras acaricio su pequeño cráneo le murmuró «buenos días», aunque sé que no puede escucharme. Espero que no crea que lo abandoné. Espero que sepa que jamás lo haré.
Cuando mi hijo murió de fiebre, me rehusé a dejarlo ir. Era tan sólo un niño y todo lo que me quedaba en la vida. Por eso, recurrí a todas esas historias que me contó mi madre, los rituales y leyendas que enriquecieron mi infancia.
Las condiciones para traer a alguien del más allá parecían muy simples. Recuerdo que me burlé de todos aquellos que fallaron en el intento, segura de que mi fuerza de voluntad los superaría por mucho. Atravesé los Campos de la Noche, y allí encontré el espíritu débil y tenue de mi hijo. Fui su guía durante todo el camino de regreso a su cuerpo, y jamás le permití mirar hacia atrás.
Cuando vi a mi hijo abrir los ojos nuevamente y sonreír, creí haber hecho lo correcto. Sonreía, corría y jugaba como siempre. Llegué a creer que podíamos hacer como si nada hubiera pasado.
Pero, unos días después la podredumbre se extendía por su piel. En ese momento me di cuenta de mi gran error. No le devolví la vida a mi hijo. Solamente traje su espíritu de regreso al cuerpo.
Intenté consolarlo mientras su cuerpo se inflamaba y caía a pedazos. Lloraba día y noche, aterrado al ver su carne desprenderse de los huesos. Dejó de gritar hasta el día que finalmente su garganta se pudrió. Intenté llevarlo nuevamente al Inframundo, devolver el espíritu de mi hijo, pero el camino se me negó. Aquel engañó a la muerte tenía como castigo mantener aquello que le robé.
Cuando sus ligamentos finalmente cedieron, tomé los huesos para guardarlos en un antiguo cofre que heredé de mamá. Sería lo mejor para mi hijo.
A veces, los huesos de mi hijo se quedan inmóviles dentro de ese cofre durante horas, incluso días, proporcionándome la falsa esperanza de que ha regresado a dónde pertenece. Sin embargo, tarde o temprano la osamenta vuelve a vibrar y por eso sé que todavía sigue vivo.
Alguna vez deseé con todas mis fuerzas tener a mi hijo aquí conmigo. Hoy, daría cualquier cosa por que muriera.
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