BANQUETE ORIENTAL



Un sábado por la noche Fati y sus amigas decidieron hacer algo especial y fueron a un nuevo restaurante chino que acababan de abrir y tenía fama de que se comía bien y barato.

El restaurante era muy lujoso y los precios realmente bajos, pero la comida le sentó mal a Fati que tuvo que ir al baño a vomitarla.

De pronto se escucharon gritos confusos en español y en chino y de gente corriendo tropezando con las sillas y las mesas al salir.

La primera impresión fue la de correr ella también pero el miedo la paralizó cuando escuchó unos pasos dirigirse hacia el cuarto de baño donde se encontraba ella. asustada se escondió detrás de la puerta. para su suerte la puerta se abría para dentro y quedo oculta entre la puerta y la pared. pasando desapercibida para la persona que abrió la puerta. muerta de miedo permaneció escondida hasta que dejaron de oírse los gritos.

Con cuidado extremo ,dejó el cuarto de baño y se dirigió a la puerta que daba al salón.

Sus ojos no daban crédito a lo que veían ,todas las mesas y las sillas desparramadas por el suelo y en el medio del salón un grupo de chinos mantenían atado al cocinero. de pronto, uno de ellos comenzó a propinarle fuertes golpes con una gruesa cadena. Hasta que quedo prácticamente irreconocible .no contentos con esto descuartizaron lo que quedaba dentro de una enorme bolsa de basura. Fati no resistió más, y cayó  desmallada al suelo.

No supo precisar si fueron minutos o horas, pero en cuanto todo estuvo se quitó los zapatos y echo a correr de puntillas hacia la salida procurando hacer el menor ruido posible.

Pensaba que no podía sentir más miedo, cuando miro hacia la cocina y vio a tres chinos volcando el contenido de la bolsa en una enorme olla hirviendo.

Salió corriendo lo mas que pudo sin importarle ya ni el ruido ni los cristales rotos que se le estaban clavando y no paró hasta llegar a su casa.

Unos días mas tarde,preguntó a sus amigas si notaron algo raro el domingo en el restaurante y le dijeron que no, que estaba abierto como todos los días. Y que se habían comido un guiso de novela. Dos euros un plato de guiso», me dijo, «Y no sabés qué rico. No sé qué le pusieron, pero estaba bárbaro».

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