SIGUIENTE DESTINO


Mi nombre es Octavio Pérez, soy un pensionado de 73 años de edad, vivo con  mi perro "Cartucho",  en la misma casa que me vio nacer y crecer.

Estamos solos desde que mi querida Inés, decidió  abandonarnos, la pobre no pudo soportar más ese maldito cáncer, el cual terminó con su vida. 

Pero aquí me ven, vivito y coleando, a pesar de tanta malaria, así estoy, resistiendo y peleándola. 

Hoy les contaré este confuso episodio que me tocó  vivir hace exactamente una semana atrás. 

Lamentablemente, la situación de mi país no es de las mejores, nuestra economía, hace años está destruida y mal manejada.

Esto me ha obligado, a pesar de mi edad y de ser jubilado, a seguir generando ingreso de dinero a mi hogar, por tal razón acepté el trabajo de conducir un taxi por las noches. 

Es un oficio que al ser nocturno, de antemano sabía con todo lo que debía lidiar, desde jóvenes ebrios hasta abuelas timberas, ni hablar de lo peligroso que resultaban ser algunos barrios de mi ciudad. 

En fin, desde que tomé el trabajo, sabía en que me metía, pero jamás pensé en vivir para contar lo que me sucedió siete días atrás. 

Todo comenzó ese viernes, había  arrancado alrededor de las 19:00 hs a trabajar, todo estaba por demás tranquilo y ya se notaba que sería una noche fría. 

Estuve en la base hasta casi la medianoche, sólo dos miseros viajes había realizado hasta el momento, parecía que la velada no sería rentable. Así que notifiqué al modulador, que daría un par de vueltas por el microcentro para luego culminar  mi turno, pero fue en vano, las calles estaban vacías.

Para terminar de asegurarme, decidí dar una última vuelta bordeando el centro; arranqué  por calle Buenos Aires, giro hacia la derecha sobre España, al llegar a Corrientes dobló hacia la izquierda y justo a escasos metros, en la esquina de Andrés  Pasos, un sujeto elevaba su mano, signo de que tomaría el coche. 

Me detengo sobre mi derecha, el individuo algo apresurado cruza la avenida y se  sube en el asiento trasero.  

Buenas noches le digo, el hombre ni me contestó, sólo me entrega un sobre con dinero, mientras me decía que debía llevarlo hacia cinco direcciones y esperarlo unos minutos en cada locación. 

Accedí, pero no quise aceptar ese dinero, sin abrirlo note que allí había demasiado y no me parecía leal cobrar algo así.

La primera dirección era cerca, lo traslade a calle Salcerini y Don Bosco. 

Allí había un taller mecánico, años atrás allí  existió una concesionaria, por lo que tenía entendido,el dueño, luego de quebrar financieramente, con ayuda de un juez logró montar un taller, donde además edificó una piecita donde vivía. 

Al llegar, el sujeto se baja, se acomoda la corbata y se dirige hacia el lugar. 

Sinceramente no presté mucha atención, en un primer momento, aunque al rato me puse a pensar que no era común que un tipo de traje ingrese a un taller a esa hora de la madrugada.

Al correr de los minutos el hombre regresó y me pidió que lo llevara a un conocido drugstore ubicado entre las calles Liniers y Güemes, enciendo el móvil y me dirijo hacia allí. 

Al igual que el primer viaje, el sujeto no emitía sonido alguno, sólo observaba la ciudad por la ventanilla. 

Una vez en el lugar, nuevamente el sujeto baja, pero a diferencia de la anterior vez, compra y regresa de inmediato.

Luego, desde allí fuimos hasta La Milagrosa, un asentamiento bastante peligroso en la zona, no muchos taxistas se animaban a meterse en estos barrios, realmente lo hice de corajudo. 

De repente me hizo 9detenerme frente a una plazoleta, allí bajó y dialogó con unos jóvenes que fumaban porro, Parecía  preguntar por alguien, luego cruza la calle y se adentra en un callejón oscuro. 

A los minutos, una lluvia de balas sacuden la fría madrugada, algo asustado intenté arrancar pero de los nervios no podía hacerlo, de pronto veo salir caminando del callejón, a mi pasajero trajeado, quién sube y me indica el nuevo destino, la vecina localidad  de San Benito.

Este trayecto era un poco más largo que los anteriores, pero el hombre seguía en esa extraña postura de no hablar, aunque yo por el espejo retrovisor lo observaba mucho y realmente su rostro avejentado, lo hacía aún  más  triste, este sujeto si que era todo un misterio.

Pronto llegamos a una vivienda ubicada  en Avda Friuli al 1600, como en toda la noche el hombre bajó y a los minutos regresó para indicarme la siguiente dirección, y la verdad, me sorprendió. Me pidió llevarlo al lado de mi casa, al departamento del juez Forzitelli. 

Una vez que arribamos, el hombre desciende algo nervioso, tanto, que en un descuido se le cae una tarjeta de su saco, la levanto del piso y en ella se podía  ver que pertenecía  a un estudio  de abogados "Segura", además, también figuraba su nombre "Ignacio Velazco", eso explicaba porqué la formalidad del traje en el sujeto.

Luego, un griterío se escucha desde el interior de la casa de Forzitelli, sucedido esto, un silencio sepulcral. Ni bien se asoma Velazco, le pregunté qué había sucedido, está vez me respondió que no había  pasado nada y que sólo lo llevara hacia una última dirección, calle España al final. 

Esta vez lo note más tranquilo al hombre, me moría  por preguntarle  qué era todo esto que hacíamos, pero realmente temía en hacerlo, había algo raro en ese tal Ignacio Velazco que no  me cuadraba.

De repente, el hombre me ordena frenar y se baja sin siquiera dirigirme la mirada. Noté que había vuelto a dejar el sobre con dinero en el asiento trasero, lo agarro y al abrirlo no podía creer lo que veía; diez mil dólares en efectivo y un pendrive. 

Me apresuro en dejar el vehículo y traté de alcanzarlo,mientras observo a Velazco ingresar al cementerio, muy extraño, pero necesitaba devolverlo, no podía aceptar todo ese dinero.

Cuando entro al camposanto, comienzo a buscarlo por todos los rincones, pero no daba con su paradero , donde se pudo haber metido este tipo, pensaba.

Hasta que de repente me acerco al portero del Cementerio  Municipal, a quién le explico todo  lo sucedido. El hombre, muy amable solicita que lo acompañe, él me llevaría con velazco.  

Fue así que subimos  unas largas escalinatas, hasta llegar a un panteón. Me quedo  mirando al portero, como diciéndole, que hacíamos allí, mientras el hombre señala un nicho, donde en la lápida se podía leer el nombre de Ignacio Velazco, fallecido el 5 de febrero de 2016, la cual además tenía una fotografía y era el mismo sujeto que hace minutos atrás, viajaba sentado en el asiento trasero de mi taxi.

Después de tanta congoja, regresé a mi casa, no podía  comprender que toda la noche había  deambulado por todo Paraná con un pasajero fantasma. Así que, luego de ducharme y de tomarme un clonazepam, intento dormir un rato.

A las horas me despierto, era ya media tarde, me levanto y escucho mucho bullicio y movimiento en el vecino departamento del juez Forzitelli. 

Me cambió y sal

go a ver que pasaba, quedé  helado; el juez se había suicidado.

Perturbado me encierro en mi casa, enciendo la notebook para tratar de averiguar quién fue Ignacio Velazco.

Pude averiguar que era el abogado más exitoso del estudio "Segura", pero que su vida laboral comenzo a irse en picada cuando intentó esclarecer la muerte accidental de la joven  Clarissa Ávila. 

La jovencita  falleció en el acto, cuando fue atropellada por el Cabo Elías  Moretti, de la Policía de Entre Ríos, quien estando de civil la colisionó con su vehículo particular.

Según Velazco, el acusado estaba  bajo efectos de alcohol y drogas, pruebas que fueron manipuladas  y alteradas por el juez Forzitelli, quien además anuló la presentación de Velazco donde demostraba pruebas fehacientes, que Moretti esa misma noche no sólo adquirió alcohol en un drugstore de calle Liniers, sino que además se trasladó a comprar drogas hasta el barrio La Milagrosa. 

Esta carpetilla jamás llegó a Fiscalía, ya que el corrupto juez la hizo desaparecer.  

El caso resultó a favor de Moretti, a quien extrañamente se le halló un defecto de fabricación , en la revisión  técnica  de su vehículo, el cual fue realizado por Ismael fuertes, propietario del taller "La Tuerca", ubicado en Avda Don Bosco y Salcerini.

Realmente estaba helado, todas estas personas fueron visitadas por mi pasajero fantasma aquella noche. 

Ese mismo día, al encender la televisión veo en las noticias un informe donde aparte de la muerte del juez, daba la primicia de los suicidios de un mecánico, de la dueña de un drugstore, el de un traficante de drogas y el de un cabo de la Policía.

A los días, me dispongo a mirar que había en el pendrive que estaba en el sobre y allí le doy click a un vídeo con fecha de febrero de 2016, en él se puede observar al juez Forzitelli acribillando a tiros , a un leal abogado llamado, Ignacio Velazco

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