SOY PECADOR
-Buenos días, hijo-.
-Buenos días, Padre-. Dijo el hombre arrodillado en el confesionario, su voz no revelaba nada, en cambio su postura, revelaba el nerviosismo que invadía todo su cuerpo.
-¿Qué pecado has cometido?-. Preguntó el cura a través de la celosía.
-Padre, necesito que me perdone-.
El cura asintió.
-No sientas temor, hijo. Cuéntame cuales son tus pecados con humildad, que en este momento el señor te está escuchando-.
-Padre, lo que pasa es que no lo he cometido aún.
El hombre agachó la cabeza para mirar sus manos, sus dedos hacían girar su anillo de boda. Mientras, el cura sorprendido intentaba ver las expresiones de su interlocutor.
-Hijo, si no has cometido pecado alguno. ¿Cómo quieres que te de una absolución? No entiendo-.
El hombre se removió inquieto, tragó la saliva que se le había acumulado en la boca, y el silencio era tan denso que sintió que el trago lo escuchó toda la iglesia.
-Padre, porque necesito que lo haga, lo que haré es una cosa terrible y de eso depende el honor de mi familia y la tranquilidad de mi hijo-.
-Hijo, no se que es lo terrible que vas hacer, pero te recomiendo que reflexiones, que recapacites, si sabes, que lo que vas hacer es algo malo, no lo hagas-.
El hombre se llevó las manos al rostro y con rabia borró las lágrimas que sin permiso escapaban de sus ojos, no sabía por qué lloraba, tal vez de dolor, quizás de miedo, lo más probable que fuera de rabia, su corazón exigía venganza.
-Padre, no me pida que no lo haga, si no sabe cuál es el motivo-.
-Cuéntame... Hijo. No tengas miedo-.
-Padre, soy piloto, me la paso viajando mucho, son más los días que estoy fuera, que lo estoy en mi casa con mi familia, para el mundo mi esposa es una madre soltera, así lo han visto todos... Padre, perdóneme, porque pienso matar-.
El cura contuvo el aliento, cerró los ojos, miró hacia arriba y se persignó.
-No digas eso. Ni siquiera pienses en hacerlo. Debes comprender que el delito más grande es cegarle la vida a un ser humano, solo Dios dispone de la vida de los hombres-.
-Padre, abusaron de mi hijo, alguien que era cercano a la familia... No lo pude proteger por estar lejos, Padre... Él traicionó la confianza que mi esposa le brindó. ¡Y yo lo mataré!-. El hombre lloraba de rabia, dolor y pesar. Su voz transmitía todas esas emociones negativas. -Padre, mi esposa fue descuidada y mi hijo pagó el precio-.
-¡Hijo, espera!-. Gritó el cura, al escuchar la puerta abrirse, el hombre se marchaba, debía detenerlo, si no lo detenía un hombre iba a morir. -Hijo... No te vay...-.
El cura interrumpió la frase, cuando la puerta del confesionario se abrió, pero no del lado correspondiente, sino de su lado, el cañón de una pistola se instaló en medio de su frente.
-Padre perdóneme porque pecaré, cometeré el pecado más grande con alevosía. Padre... ¿Le ha pedido a Dios que lo perdone por sus pecados?-. El cura estaba pálido, sus ojos transmitían todo el miedo que sentía. -Padre, ¿Le has pedido a Dios perdón por todos los niños que has violado, incluido a mi hijo?-.
El cura no respondió, no tuvo tiempo, un disparo borró el silencio por un momento y la sangre y los sesos del cura salpicaron el confesionario. El hombre cometió el pecado, y al mismo tiempo ejecutó su venganza.
*Créditos al autor*
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