la niña
Era una tarde sombría y opresiva cuando todo comenzó. Mientras trazaba mi camino de regreso a casa desde la escuela, una presencia inquietante interrumpió mi marcha. En medio del sendero, se alzaba una niña, vestida en andrajos que colgaban como harapos olvidados del tiempo. Sus ojos, profundos y penetrantes, eran como pozos sin fondo, y su sonrisa... Oh, su sonrisa siniestra se extendía de oreja a oreja, una línea que separaba lo inocente de lo macabro. Me enfrentó con una expresión que heló las gotas de sudor en mi frente, y continué mi camino con la esperanza de que su imagen se disipara en el aire.
Sin embargo, las sombras de la niña persistían en mi mente. Al llegar a mi hogar, el alivio se transformó en inquietud cuando descubrí que, de alguna manera retorcida, la niña había traspasado la barrera de lo real. Una vez más, la vi afuera, sus ojos seguían mi movimiento, y su sonrisa me seguía acechando. Sin poder escapar de su mirada inescrutable, me refugié en el interior de mi hogar.
A medida que la noche avanzaba, las sombras se cerraban en torno a mí. Conversando con amigos en el mundo virtual, la historia tomó un giro escalofriante. Una solicitud de amistad llegó de la nada, y la acepté sin pensarlo. Pero cuando miré la foto de perfil del misterioso usuario, el terror me atacó de nuevo. Era la imagen de la niña sonriente, su mirada penetrante perforando mi alma. Con un gesto rápido, cerré mi portátil, pero lo que no sabía era que había abierto las puertas de una pesadilla sin fin.
En los siguientes dos meses, la niña acechó cada rincón de mi existencia. Sus ojos me perseguían, su sonrisa grotesca me atormentaba. Pero lo que me volvía más loco era que nadie más parecía verla. Mis amigos juraban que estaba solo, bromeaban sobre mi cordura. Su risa se convirtió en el eco de mi tortura interna.
Finalmente, la frustración se convirtió en ira y determinación. Encaré a la niña con un grito desesperado, exigiendo respuestas. "¿Quién eres? ¡¿Por qué me persigues?!" Su respuesta fue un estallido de risa, un sonido que retumbaba en mis oídos como un lamento de ultratumba. "Tu maldición", murmuró, y su sonrisa se retorció en una mueca como el mismísimo infierno.
Seis meses de tormento transcurrieron, dejando mi cordura en hilachas. Decidí que debía poner fin a esta tortura de una vez por todas. Armado con un cuchillo, enfrenté a la niña en un oscuro rincón. Pero lo que ocurrió a continuación fue más allá de cualquier pesadilla que hubiera imaginado. Sus colmillos se extendieron como advertencia, y apenas logré escapar con mi vida.
Aunque finalmente mis amigos podían verla, la pesadilla persistía. Ahora, tras años de batalla con esta entidad malévola, una extraña calma ha caído sobre mi vida. La niña ha desaparecido de mi vista, pero su presencia sigue latente, como una advertencia siniestra. En medio del renacimiento de mi existencia, encontré amor y formé una familia. Sin embargo, la oscuridad no me abandona.
Mi hija, un ser pequeño y hermoso, ha llegado al mundo con una sonrisa que evoca aquella que me atormentó durante tanto tiempo. Y aunque debería ser un símbolo de felicidad, esa sonrisa excesiva, esa misma sonrisa que me persiguió en pesadillas, ahora reposa en el rostro de mi propia sangre.
La niña sonriente sigue su danza macabra en mi vida, una sombra que se niega a desvanecerse por completo. Y mientras enfrento el desafío de ser padre, me pregunto si las ataduras del terror se romperán o si, en cambio, la niña continuará su legado de sonrisas distorsionadas en la próxima generación.
Créditos: Mimi Nnz
(publicación compartida)
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