LA NIÑA DEL HOSPITAL





A Christian le faltaba poco para acabar su turno como guardia en el Hospital Central. Los maltratados pasillos del viejo edificio y el tétrico silencio de madrugada causaba terror a cualquiera que entrara.

De repente, Christian escuchó el llanto de una niña que parecía que venía de la tercera planta, que permanecía cerrada desde hacía varios años… Con la piel erizada de miedo, subió por las escaleras al no funcionar el ascensor.

«¿Quién anda ahí?», preguntó nervioso.

A cada paso que daba, los llantos se volvían más escalofriantes… Al llegar, se encontró a un tenebroso sendero que lo guiaba hacia una vetusta bodega, donde se archivaban documentos.

Lentamente, abrió la puerta, y su respiración cada vez se hacía más agitada… No había luz así que encendió su linterna y descubrió en la penumbra los pies descalzos de una niña.

«¿Qué haces aquí? deberías estar con tus padres», le dijo Christian aterrorizado. El frío se apoderó de su cuerpo y, de repente, consiguió enfocar al rostro de la pequeña. Su cuerpo estaba cubierto de terribles quemaduras y llagas, sus ojos eran totalmente blancos y su cabello, una maraña chamuscada.

El espectro de la niña se abalanzó sobre él, que gritó hasta quedar sin aliento.

Cuando logró calmarse, el fantasma había traspasado su cuerpo y desaparecido del lugar.

Al día siguiente, todos en el hospital se enteraron de lo sucedido.

Varios compañeros decidieron subir a la bodega para ver si encontraban a la niña. Tomaron fotos del sitio y se reían de lo que supuestamente había ocurrido. De repente, la puerta se cerró con violencia y todos quedaron atrapados.

Fue entonces cuando el espectro apareció y lanzó un terrorífico grito de ultratumba. Despavoridos, los trabajadores lograron abrir la puerta y salir. Christian investigó y averiguó lo que había sucedido en el pasado gracias a Margarita, la trabajadora más antigua del hospital.

Más de dos décadas atrás, el lugar donde ahora estaba la bodega funcionaba el área de quemados. «Recuerdo que una niña llegó grave con quemaduras de tercer grado. Los médicos hicieron todo lo posible por salvarla pero no se pudo hacer nada. Los gritos de la pequeña eran desgarradores», le explicó Margarita.

«Lo más triste fue que murió sola, pues nos enteramos de que la madre la había abandonado, encerrándola en la casa el día del siniestro. Decían que fue su propia mamá quien provocó el incendio».

La noche siguiente, Christian subió hasta la bodega y dejó un ramo de flores y un peluche en el suelo. Justo cuando terminaba su jornada, escuchó nuevamente extraños sonidos en la planta alta, pero en esta ocasión eran risas de la pequeña que parecía estar jugando. 


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