LA ROSA ROJA
Todo comenzó cuando acompañé a mi mejor amiga Giselle a dejarle flores a su madre en el cementerio. Ella, había fallecido hacía un par de meses, razón por la cual, yo trataba de apoyarla en todo lo que pudiera. Compramos flores y se las dejamos sobre la tumba, excepto una rosa roja que me encantó, y que guardé para mí. Mi amiga estaba muy triste, callada, así que le di un poco de espacio y me dediqué a ver las otras tumbas que estaban alrededor. Había muchas con estatuas antiguas majestuosos, jamás me había dado el tiempo de admirar la belleza que puede tener un campo santo. Me llamó la atención una tumba en particular, totalmente descuidada, de hecho, sentí cierta tristeza al verla, pensé que sería de una persona que no tenía familia, ni amigos que fueran a dejarle una flor, por lo que decidí dejarle mi rosa roja. En eso, llegó Giselle y me sacó de mis pensamientos, me despedí de aquella tumba, y al ver la foto mohosa de aquel hombre de la tumba, me sorprendieron sus ojos que extrañ