NOCHES SANGRIENTAS
Desde pequeña siempre me gustaron los gatos; después de la muerte de mis padres mi única compañía era Maxi, un gato negro de ojos vivaces y juguetones.
Maxi se estaba haciendo viejo; una mañana lo encontré muerto en el jardín, no pude evitar llorar, durante años me había acompañado; entristecida acaricié su cabeza y fui a la casa en busca de una pala para sepultarlo. Al volver no podía creer lo que veía, por un instante sentí mi corazón estremecerse; Maxi se acercó caminando con su cola levantada, mirándome con sus grandes ojos verdes y su familiar ronroneo; me sentí tonta por semejante confusión.
Con el paso de los días Maxi se fue volviendo huraño; ya no jugaba, dormía todo el día y en las noches desaparecía hasta el nuevo día.
Por aquellos días contraje una terrible gripe, pasaba casi todo el día en cama, solo me levantaba a preparar mi alimentos.
Una vecina que llegó a visitarme me comentó que en el pueblo estaban preocupados pues hacía más de una semana que cada día desaparecía una persona y no se volvía a saber nada de ella; temerosa me recomendó asegurar puertas y ventanas.
Después de quince días mi salud mejoró; lo primero que pensé fue en mis plantas, deberían estar casi secas; me dirigí al jardín, sorprendida vi la tierra removida y las plantas rotas. Al acercarme mi sorpresa se convirtió en terror; mi jardín se había convertido en macabro cementerio lleno de restos humanos esparcidos por doquier.
Asustada corrí a la comisaría; tras escucharme me culparon y encarcelaron, de nada sirvió que gritara que era inocente ni que mis vecinos testificaran que estuve enferma. La policía no me creyó, para mi desgracia habían encontrado quince cadáveres, la misma cantidad de días que estuve enferma. Esa noche me quedé en la comisaría, al día siguiente me trasladarían a la cárcel donde esperaría por el juicio.
Al siguiente día un nuevo suceso remeció el pueblo; los habitantes amanecieron con una espeluznante escena, el asesino había vuelto a atacar, una decena de cuerpos mutilados estaban tirados en la plaza principal a unos pasos de la comisaria.
Este nuevo crimen dejó en evidencia que yo no podía haber cometido tal atrocidad sin embargo me dejaron en la comisaría mientras se esclarecían los hechos.
Todos estábamos asustados; en las noches nadie salía de casa por temor al asesino, las calles lucían desiertas solo las patrullas policiales circulaban atentas a cualquier hecho. Parecía haber sido una noche tranquila, sin embargo el amanecer llegó con un gran alboroto; los vecinos habían encontrado los cuerpos despedazados de toda una familia dentro de su propia casa.
El terror se apoderó del pueblo, las autoridades se reunieron y acordaron que solo se podía caminar en el día; en las noches se formarían grandes grupos de personas para evitar nuevos ataques. Se usaron como refugio las escuelas, la iglesia, la alcaldía y la comisaría. A los hombres les dieron armas para poder defenderse.
Al caer la noche el pueblo quedó sumido en un silencio sepulcral; mientras avanzaba la noche comenzaron a escucharse gruñidos y extraños ruidos que venían de las solitarias calles, nuestros corazones latían apresurados, nadie se atrevía siquiera a mirar; temerosas las mujeres nos abrazábamos mientras los hombres tenían listas las armas para disparar.
Para sorpresa de todos el primer ataque se dio en la iglesia; el asesino no era un hombre, era una bestia sedienta de sangre que asesinaba a diestra y siniestra, la balas rebotaban en su piel; la gente desesperada buscaban abrir las puertas mientras el sacerdote rezaba pero todo fue inútil; la voraz bestia hizo un festín sangriento. Los pocos sobrevivientes llegaron pidiendo ayuda a la comisaría.
El nuevo día nos sorprendió entre lágrimas, terror y desesperación, ya no había lugar seguro, aquel extraño ser parecía ser invencible.
Buscando protegernos, el comisario ordenó reunirnos toda la población en un terreno baldío; pidió llevar cualquier objeto o arma que sirviera para defendernos también pidió llevar los perros, ellos podrán olfatear en el aire la presencia de aquel monstruoso ser al acercarse.
La policía me dejó libre; al igual que todos fui a casa por lo necesario, me alegró ver a Maxi que me siguió a donde nos íbamos a quedar.
Con la llegada de la noche el terror se apoderó de nosotros, algunos vecinos habían llevado cadenas, palos y machetes. A media noche los perros comenzaron a aullar y salieron despavoridos, Maxi se me perdió en la confusión.
De pronto apareció aquel demoniaco ser; su aspecto era repulsivo, era un mezcla de lobo y gato, debería medir casi dos metros; sus enormes fauces emanaban un olor nauseabundo, los pelos negros erizados, sus ojos brillaban como fuego en la oscuridad; la policía disparaba pero las balas no le hacían daño, la gente huía despavorida. De pronto de entre la multitud surgió un animal similar de menor tamaño, creímos que era el final.
El animal emitió un gruñido terrible y se arrojó sobre la primera bestia, las balas cesaron solo eran aquellas dos fieras enfrentándose a muerte; la gente petrificada miraba la feroz lucha, aterrados no sabíamos si correr o quedarnos allí.
Había una furia inmensa en aquellas bestias, un odio terrible los impulsaba a luchar, las garras se clavaban en su piel, los colmillos arrancaban la piel de uno y otro, la encarnecida lucha parecía no tener fin; pese a las terribles heridas seguían luchando hasta que la primera bestia se impuso sobre la segunda, la tenía dominada bajo sus patas, se disponía a dar la dentellada final cuando en un último intento la segunda bestia le clavó las garras en el cuello destrozándole la yugular.
Ambas bestias quedaron tendidas en suelo. Despacio nos acercamos en círculo; agonizaban cuando sucedió lo increíble; sus cuerpos se contrajeron hasta convertirse el primero en un anciano, era el curandero llegado hace meses al pueblo, y el otro era mi querido gato; yacía muerto con el cuerpo destrozado; de pronto el cuerpo de Maxi comenzó a descomponerse con rapidez hasta quedar solo huesos y pellejo.
Comprendí que Maxi había muerto aquella vez y aquel hombre lo había convertido en un muerto viviente para sus terribles fines sin embargo no había logrado arrancarle el amor por los humanos.
Se cuenta que por las noches un gato negro, con la cola levantada y alegre ronronear, recorre las solitarias calles del pueblo y desaparece al amanecer
Autor: Mery Matthw
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