En uno de mis muchos viajes me encontré en un pueblo cercano a Monterrey ahí conocí a un hombre que intentó hacer una amistad conmigo y en una ocasión me empezó a narrar esta historia.

Hace varios años cuando me casé, a mí me gustaba mucho tomar pulque y me reunía con mis amigos en una cantina que estaba allá atrás del cerro, varias fueron las veces que me iba de parranda y que dejaba a mi esposa sola en casa con los niños pequeños, en una ocasión después de haber llegado de la milpa, ella me empezó a reclamar por el mismo motivo pensando que llegaba tarde porque según ella ya me había ido otra vez con mis amigotes.

Me molesté y le reproché que ya ni porque llegaba temprano ese día me dejaba de decir cosas, así que nos enojamos y salí fúrico de la casa hacia la caballeriza donde estaba mi fiel caballo el cual llamaba de cariño mocoson, era un animal noble y fue cómplice de mis muchas andanzas, lo tomé del lazo con el que lo tenía amarrado al poste, lo saqué y aún molesto por el mal rato que me había hecho pasar la señora de la casa lo empecé a ensillar.

Apretaba los cinturones mientras hablaba con él.

- vámonos a la fregada mocoson, ¿pues que se cree?, mira que llegamos temprano y encima de todo se encabrita, esta vieja quiere venir a mangonearme y correrme, a mí ninguna vieja oyelo bien, ninguna me dice lo que puedo y lo que debo de hacer, faltaba más.

Al decir esto último lo monte con fuerza a propósito para que ella me oyera y supiera que iba de salida, salimos precipitadamente, llegué a la cantina y me puse a tomar más de la cuenta al paso de las horas decidí regresar esperando que el coraje de mi mujer ya se hubiera calmado, me halle tan mareado que al querer montar el caballo no podía o éste no se dejaba, me costó trabajo hacerlo, entre los movimientos del corcel y la torpeza que traía finalmente logré montarme en el.

- ¡Vámonos a casa mocoson.

No le dije más, él ya sabía el camino de regreso, así que no lo apresuré, era muy común el recorrido juntos y nunca había tenido algún contratiempo en nuestras andanzas, en breve lapso llegamos a la falda de un cerco, sentí como el caballo empezó a retozar inquieto. Por momentos se detenía y realizaba nerviosos resoplandos de manera enérgica, en el estado en el que yo iba no puse atención a lo que después entendí, algo estaba mal, eran avisos de que mi caballo algo estaba percibiendo y yo de manera inconsciente lo obligaba a seguir adelante con fuetazos.

El corcel se negaba a avanzar pero él cedía ante la insistencia mía, está por demás decir que el camino era muy oscuro apenas se alcanzaba a ver y lo único que se divisaba era gracias a la luz de la luna, por fin llegamos a la cima del cerro y al empezar el descenso relinchó y se detuvo de golpe, volteaba alrededor queriendo encontrar algo, se dio la vuelta completa como si hubiese sentido que algo había pasado detrás de nosotros, francamente yo también lo sentí pero le eché la culpa al mareo que sentía, se movía tan rápido que casi me tira pero logré controlarlo, continuamos aunque esta vez avanzaba más lento parecía que esperaba a que algo apareciera, sin que yo lo ordenara inicio el trote lento, así llegamos a una formación de lavaderos que estaban todos pegados uno junto al otro y hacían una forma rectangular, donde las mujeres de la comunidad solían ir a lavar, entre la somnolencia que llevaba y los movimientos advertir la presencia de una mujer que aparentemente estaba lavando algo.

La vi inclinada hacia enfrente sobre uno de los lavaderos estando a espaldas de ella pude apreciar su cuerpo, me encontraba a unos metros de distancia, como pude me acomodé en la silla, me enderecé y me agarré del fuste para disimular y mostrar algo de sobriedad, al estar más cerca noté que llevaba puesto un vestido blanco que con la luz de la luna destacaba entre la oscuridad, su cabello negro estaba suelto y le llegaba a su cintura, no lograba ver sus pies, los lavaderos me lo impedían.

Seguimos avanzando y a pesar de que no lograba comprender que hacía a esa hora una dama lavando prendas poco me importó, los efectos del alcohol en mi cabeza formaron una idea, ahorita mismo me la voy a echar para que se le quite a mi vieja andarme corriendo de la casa. Repentinamente el caballo se detuvo y se alteró, daba pequeños brincos queriendo levantarse sobre sus patas traseras desesperado, no quería caminar y yo con aquella idea me enojé pues ya estábamos muy cerca de ella a unos cuantos metros.

Lo sometí, le dije que avanzara hasta quedar frente a aquella mujer que continuaba agachada, tal parecía que no escuchaba o no le importaba lo que ocurría a su alrededor.

- oye chula, ¿te puedo ayudar en algo?.

Le pregunté, esperando que volteara a verme pero no lo hizo.

- Chulita, te hablo.

Insistí, alcancé a verle una leve sonrisa y mientras pensaba que ya había logrado mi cometido le pregunté.

- ¿Qué estás haciendo a está ahora aquí, tan linda y tan solita?.

Fue entonces que mientras levantaba lentamente su cabeza hacia mi escuché su voz ronca y gutural.

- Te estaba esperando a ti Manuel.

Me dijo mientras terminaba de levantar su cabeza, el tono me sorprendió pero mi asombro fue mayúsculo al ver con horror que aquello que pensaba podría ser una hermosa mujer tenía un rostro demoníaco y con jirones de piel verdosa y podrida, sus ojos parecían negros y de vez en cuando parecía que salieran llamas rojas de ellos, en ese momento sentí como si el tiempo se detuviera y al mismo tiempo un grito infernal se escuchó en el lugar.

El caballo relincho y se levantó en dos patas caminando hacia atrás, del tremendo susto estuve a punto de caer pero me aferré con una mano al fuste y con la otra a su crín, apenas bajo las patas tocando el suelo y soltó la carrera, los gritos de esa cosa se escuchaban cada vez más lejos, por lo que volteé para ver dónde se había quedado pero no fue así, con terror vi que nos estaba siguiendo y casi nos alcanzaba, sus gritos me erizaban la piel y regresé la mirada al frente.

- ¡Corre mocoson, corre!

Le decía al caballo que galopando a toda velocidad corría alterado y sin control entre nopales, magueyes y espinas. En la frenética carrera me sujeté como pude, de tanto en tanto volteaba a ver aquel espectro y cada vez la veía más cerca de nosotros, no sabía qué pensar, pues advertí que no corría como lo haría cualquier persona, mucho menos por la velocidad con la que lo hacía, solo iba detrás nuestro.

En un momento el caballo se metió a una nopalera, seguía corriendo muy fuerte, un nuevo lamento se escuchó muy fuerte en mis oídos parecía que la tenía justo a mi lado, pero cuando giré mi cara para buscarla ya no estaba, poco a poco mocoson bajó la intensidad de su carrera y se detuvo detrás de un nopal muy grande. Yo no entendía por qué se había detenido, lo único que tenía en la mente era en salir lo más pronto posible de ese lugar.

- ¡Anda, vámonos!

Le decía inclinándome a su oreja, hablándole en voz baja como temiendo que aquella mujer nos escuchara.

- ¡Vamos, corre!

Insistí pero él no se movía, podía sentir el latido de su corazón en mis piernas al igual que su respiración agitada, de pronto se escuchó en el aire el lamento nuevamente, esta vez más lejos, me recosté sobre la silla para esconderme y abrace por el cuello al caballo, sintiendo que el corazón se me quería salir, temía volver a ver de frente aquel espectro, tratando de calmarme lo acaricie y le di palmadas diciéndole al mismo tiempo.

- Tranquilo amiguito, tranquilo.

Justo mientras le susurraba esto mi espanto llegó al límite, al ver con horror cómo pasó frente a nosotros, entonces noté que no daba pasos en el piso, más bien levitaba suavemente sobre él. No volteaba hacia ningún lado, sólo iba en línea recta, increíblemente el caballo no hizo ruido alguno, yo estaba paralizado aferrándome a la crín de mi corcel, ahora sentía nuestros dos corazones latir fuertemente.

Aquella mujer siguió de frente, la seguimos con la mirada hasta que se perdió entre los nopales, se escuchó un lamento fuerte otra vez detrás nuestro, cerré los ojos del miedo, sentí la piel de todo mi cuerpo erizarse, pensaba que en cualquier momento iba a sentir sus manos sobre mi cuerpo, súbitamente el caballo pegó la carrera nuevamente, me quedé agachado agarrandome cómo podía, al abrir los ojos  solo veía como atravesamos un sembradío de maíz a toda velocidad, ahora sólo se oía nuestro galopar apresurado entre las cañas que se abrían a nuestro paso.

Unos minutos después se vio la luz de los faroles, me incorporé en la silla un tanto aliviado porque ya podía ver que íbamos entrando al camino de tierra que está atrás de mi casa, mocoson entró en el patio por la misma puerta que horas antes habíamos salido, hacía ruido, azotaba los cascos de sus pezuñas en el suelo y daba vueltas, se detuvo un poco y logré pegar un brinco para bajar, una vez que se sintió libre de mi peso se desplomó en el suelo, se veía asustado y muy cansado, su cuerpo se inflaba del aire que ingresaba a sus pulmones, sus ojos desorbitados me hicieron pensar que se me iba a morir.

Me acerque a su cara y lo empecé a consolar.

- Tranquilo mijo, ya estamos en casa.

Le decía al tiempo que lo acariciaba, poco a poco se empezó a calmar, estaba muy cansado y asustado al igual que yo, me di cuenta que los efectos del alcohol ya no estaban presentes en mi cuerpo, salió mi mujer casi corriendo, se había despertado por el ruido que habíamos hecho al llegar de esa manera.

- ¿Que pasa Manuel, porque entraron así?

Pregunto desconcertada mientras me veía arrodillado junto al caballo, me levanté para arrimarle agua, mocoson se puso de pie y bebió al tiempo que le contaba todo lo que había sucedido a mi esposa, cuando termine de hacerlo su semblante lucía sorprendido, pálido.

Me intrigó verla así y le pregunté si le pasaba algo y me contestó:

- Cuando saliste de casa molesto escuché lo que le dijiste al caballo de mí y dije en voz alta ¡pero te has de encontrar a la llorona cabrón, a ver si es cierto que ninguna mujer te ha de correr!

Nos metimos a la casa desconcertados y con algo de miedo, no pasaron ni dos horas cuando escuché aquel lamento muy cerca de casa, en ese momento mi esposa y yo nos pusimos de rodillas y comenzamos a rezar hasta que amaneció.

Cuando los primeros rayos del sol tocaron nuestra casa salí a ver a mi caballo y grande fue la sorpresa al encontrarlo despedazado y todo el corral lleno de sangre y vísceras. Cómo si aquella mujer lo hubiera atacado con odio al saber que me había salvado la vida.


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