EL GATO


Antes de que lean esta historia quiero confesar que no daré mi nombre y sí ahora esta entre sus manos consideré que es mí ultimo intento de que nadie me juzgue loco, ¡esta historia fue real, tan real que a pesar de los años no la he olvidado! A sido mi secreto mejor guardado por que dadas las circunstancias me hubiera costado tal vez mi libertad.
La gente que no comprende este tipo de cosas, te consideran loco, te juzgan y te encierran, pero la misma naturaleza de la historia me obligaba a callarla, sin embargo la belleza de su mensaje y la experiencia que me dejó me obligan a tomar mi pluma y escribirla, ¡aunque cuando por fin alguien pueda leerla yo no este más en este mundo!
¡A tí lector, seas quien seas te agradezco leer mi historia, que no sólo te va a impresionar sino que te hará mirar de otra manera a los gatos!.
Hace unos meses presté mi servicio social a un hospital psiquiátrico, la verdad es que es un trabajo bastante laborioso e interesante, siempre he sido una persona algo solitaria y tengo mi propia opinión sobre la locura, pero desgraciadamente también me di cuenta que hay personas que hacen su trabajo solo por hacerlo y aunque la mayoría de los que trabajaban en ése lugar eran amables con los pacientes había algunos que no prestaban atención del todo a las personas; todos los pacientes eran interesantes, algunos hasta peligrosos, pero tuve la dicha de conocer a una enfermera muy amable que me fue enseñando poco a poco como se trabajaba en ése lugar, mi trabajo era desde atenderlos con sus medicinas, hasta darles de comer, era común escucharlos hablar de cosas que no existían o contaban anécdotas increíbles, lo cual me hacia valorar aún más la capacidad que puede tener la mente para crear algo, sin embargo la historia que voy a contarles es la de un señor de edad muy avanzada que le gustaba hablar con los gatos.
Cuando llegué la primera vez a ese lugar la enfermera me pidió que lo atendiera y que le diera su medicamento, el hombre estaba sentado en el patio mirando al muro, como esperando algo, me acerqué y le dije que se tomara su medicamento, él sonrió muy amable y me respondió
—¡Muchas gracias jovencito!— Era un hombre muy educado, sus ropas se veían viejas, usaba un suéter de rombos, un pantalón de pinzas y un moño, tenía una boina vieja, parecía sacado de una película antigua, después de tomar su medicamento volvió a sentarse, pasando un rato pude notar que un gato grande y pesado bajo por la barda, él lo miró sonriendo y se acercó, el gato se dejaba agarrar, el señor tomó al gato y lo sentó en sus piernas y comenzó a platicarle su día, como dije antes, yo soy del pensar que a estas personas se les debe ponerí atención, así que me senté cerca de la puerta que daba al patio para escuchar su plática, el hombre acariciaba al gato que parecía cómodo entre sus brazos, él le contó sobre su día y sobre como lo trataban en ese lugar, el gato sólo permanecía recostado mientras le acariciaba su pelaje, a veces el gato lo veía, el hombre se quedaba quieto, como si estuviera escuchando a una persona, después el sonreía y le respondía su pregunta, era como si sólo él pudiera escuchar la voz del gato, pasaba horas con él, tantas que de nuevo era la hora de la medicina. Salí a dársela, el señor estaba de espaldas, el gato al verme se levantó de golpe, el señor le dijo
—¡Ah sí, es un joven nuevo, es amable, sólo me dará la medicina!— el gato lo miró y el respondió
—¿Tan temprano? ¡Esta bien! mañana a la misma hora amigo voy a atender al joven— el gato bajó de su regazo y dio un salto para escapar por la barda, era un gato blanco con el lomo amarillo, muy pesado, parecía ser un gato viejo, el hombre se dio la vuelta y me dijo
—¡Gracias muchacho!— yo le pregunté
—¿Es su gato? él sonrio y dijo
—¡No!, pero es un gran amigo, ¡tenemos mucha historia juntos! perdona que se fuera sin saludarte pero no le gustan mucho las personas nuevas, pero trataré de hablarle bien de ti— yo sonreí me daba ternura ver como ese hombre le tenía tanto amor a un gato callejero y como era tan importante para él que me quería presentar, sin embargo, sí me dio un poco de curiosidad saber como sabía que era yo quien le llevaba la medicina, supuse que era por que escuchó mis pasos o simplemente sabía que yo lo estaba escuchando, así que no se lo pregunté, es curioso pero cuando trabajas con enfermos mentales te da miedo preguntar todo, ¡Al menos a mí sí!, no quería que los demás pensaran que el señor había logrado convencerme de su trastorno, así que sólo sonreí y regresé adentro, él se quedo ahí otro rato, solía tomar una libreta y escribir, era como si después de ver al gato su día terminara, así pasaron varios días, a veces me tocaba a mí cuidarlo, otras veces a mis compañeros, pero me fui dando cuenta que siempre hacía lo mismo, salía al patio, esperaba al gato y platicaba con él, pude notar que cuando alguien más aparte de mí lo cuidaba, sólo llegaban y le daban la medicina, ignorando sus palabras, era como si sólo vieran a un loco más, pero él señor nunca perdía la sonrisa, el gato no siempre se iba cuando llegaban a darle la medicina, supuse que solo se quedaba cuando veía gente que conocía, las demás ocasiones el gato se iba siempre que yo aparecía y el señor se disculpaba diciéndome, que era por que no me conocía, pero que era un buen gato, yo sólo me encogía de hombros y le respondía
—¡A lo mejor tengo alma de perro!— y el se moría de la risa cada vez que le decía algo como eso y me daba palmaditas en el hombro diciendo
—¡Ya lo creo chico, ya lo creo!—el gato lo visitaba diario, a veces pasaba toda la tarde dormido en su regazo mientras el lo acariciaba, se notaba que la amistad entre ése hombre y ése gato era muy solida, el señor platicaba mucho con el gato y respondía a la mirada del felino, era como si el gato le respondiera dentro de su mente, pero sí quieren mi opinión, ¡Yo no podía entender por que lo consideraban loco! ¿Cuántos de nosotros no hablamos con nuestras mascotas?.
Así pasaron los días, yo solía decirle
—¡Usted y su gato contra el mundo!— y él sonreía diciendo
—¡Aunque no lo creas, así es!—.
Una tarde me tocaba cuidar a otros pacientes cuando escuché que todos corrian al patio, decían
—¡Al loco de los gatos le dio un infarto!— yo me puse de pie de inmediato y corrí al patio, los médicos lo estaban atendiendo, ponían oxigeno y lo preparaban para trasladarlo a urgencias, ¡el gato estaba en la parte superior de la barda! eran muchos los que lo estaban socorriendo, mi jefa me pidió tomar sus cosas y llevarlas a su cuarto y le dije a mi jefa
—¡Y que hago con el gato!— ella me miro enojada y pregunto
—¿Es en serio? ¡Lleva las cosas adentro!— y se dio la vuelta para seguir la camilla, miré al gato y le dije
—¡Tranquilo amigo, él estará bien!— el gato sólo bajo la mirada y saltó al otro lado del muro.
Pasaron unos días, le pedí a mi jefa que me dijera donde estaba internado el señor, ella de mala gana me dijo que no me importaba, la miré y le dije
—¡Jefa sí me importa! quiero visitarlo fuera de mi horario, me agrada el señor de los gatos— pero ella se negó, me daba coraje que no me dejaran verlo era un hombre muy amable y por lo que supe no tenía amigos, ni familia, ni conocidos, sólo a su gato.
Al siguiente día mi jefa me dijo
—¡Estas de suerte!, el señor abrió los ojos pero esta muy delicado y pidió que tú le llevaras su libreta, supongo que esas tardes que pasas con él escuchando sus locuras te han hecho importante, ve a verlo, llevale su libreta ¡Y escuha este consejo, no te involucres, mejor manten tu distancia!— Y me entregó la libreta, yo solo me encogí de hombros, me dio la dirección y salí para el hospital .
Cuando estuve fuera de ahí el gato estaba sobre mi auto, le dije
—¡Hey amigo, iré a ver al señor! ¿Quieres que le diga algo?— El gato saltó y caminó entre mis piernas restregando su cuerpo y se fue, sonreí y le dije
—¡Entendí el mensaje amigo, le diré que lo extrañas!— llegué al hospital, después de pasar por miles de protocolos de seguridad me dejaron pasar, pero la enfermera me dijo
—Solo 5 minutos, ¡Lamento decirte que ayer aún podía hablar, pero hoy después de pedir que trajeras la libreta se ha quedado en silencio! decidimos pedirte que la trajeras para ver sí al ver su libreta se estimula un poco, pero la verdad es que se ve muy mal, espero que puedas hablar un poco con él, pero no lo hagas hacer esfuerzo— entré a la habitación y en efecto el señor estaba muy mal, tenía oxigeno y estaba muy cansado, sus ojos estaban cerrados, entré y no había nadie, sólo estábamos él y yo, me acerqué y le dije
—¡Señor su gato le envía saludos!— El sonrió y abrió los ojos, no me dijo nada, saqué la libreta de mi bolsillo y él la miró con mucho amor, levantó sus manos débilmente y con una tomó la libreta y con la otra tomó mi mano, era como si me quisiera entregar la libreta a mí, me miraba con angustia como rogándome que le entendiera, sonreí y tomé la libreta, ¡él me dio una sonrisa y murió de mi mano!.
Salí de ahí, le hable a la enfermera, ella me pidió permanecer afuera, todos los médicos entraron y le hicieron muchos procedimientos, ¡pero ya no despertó!, la enfermera me dijo que ya no pudieron hacer nada y que si le hacia el favor de informar a mí jefa lo que paso, yo le dije que sí y salí de ahí triste, ¡imaginando como se lo diría al gato!.
Cuando regresé mi jefa estaba pasando las bitácoras y algunos de mis compañeros estaban ahí con ella, llegué muy trsite y le dije
—¡Se fue el señor de los gatos!— ella me tomó de la mano y dijo
—¡Ya no estés triste!— los demás compañeros se burlaron diciendo
—¡Bueno al menos ya no vamos a tener gatos imaginarios!— mí jefa les ordenó callarse, se dio cuenta de mi dolor, así que los envió a traer café, yo estaba muy triste y dijo
—¡Veo que te afectó mucho! deberías salir al patio y tomar un respiro— entonces le respondí
—¡No, por que no quiero encontrarme con el gato! ¡No sabría como decirle que su amigo ya no esta aquí!, mi jefa me tomó de la mano y dijo
—¡Espero que estes jugando!— levanté la mirada, yo estaba llorando, mi jefa me dijo
—¡Voy a pensar que hablas de un gato metafórico al igual que ese señor!— yo la miré desconcertado y ella dijo
—No se que tanto te contó ese señor, ¡pero no existe ningún gato!, desde que llegó a este lugar, él hablaba de un gato y podíamos verlo acariciarlo, alimentarlo y hasta platicar con el, pero sólo era imaginario, ¡no me digas que tu también ves a ese gato!— yo estaba sorprendido y le dije titubeante que no, ella me miró no muy convencida, puso su mano en mi hombro y dijo
—De verdad hijo por eso dijeron la broma del gato imaginario, ¡Ése hombre estaba trastornado, la muerte de su novia lo condenó a la locura y en todos los años que estuvo aquí, jamás pudimos ver al dichoso gato—.
Yo estaba asustado y confundido, pensaba sí de verdad el señor había logrado hacerme pensar que su trastorno era real o lo que era peor si ahora yo lo tenía ¡porque yo podía jurar que el gato que vi era totalmente real— miré la puerta que daba al patio y le pedí a mi jefa me dejara salir a tomar aire, salí y me sente en la silla donde él se sentaba a esperar al gato, pero era como si algo dentro de mí me dijera que el gato no volvería, tomé la libreta y empecé a examinarla, tenía muchas cosas escritas y parecían estar hechas por una persona totalmente cuerda y con una caligrafía y escritura perfecta, todo estaba en letra cursiva, me acomodé en la silla y comencé a leer, decía asi:
"Aquí yacen los vestigios de mi cordura y de todo aquel recuerdo de cuando para la gente aún tenia alma, y digo alma por que mi corazón se fue entre los brazos cruzados del cuerpo de mi amada, a quien le juré amor eterno, aún después de la muerte ¡Y quien ahora a pesar de la distancia de nuestros mundos me sigue amando!.
Cuando regresé de la guerra, encontré un mundo diferente al que yo había dejado, de pronto me di cuenta que ése lugar me robo mi familia, mis amigos y una buena parte de mi vida, no me quejó por que también tengo buenos recuerdos, sin embargo era imposible ignorar la soledad que sentía en el alma, cuando tienes a la muerte de frente y ves caer uno a uno a tus amigos en el campo de batalla te empiezas a aferrar a los recuerdos, por que son éstos lo único que te mantiene atado a la cordura y te dejan ver que aún existe un alma dentro de ti.
La vida fuera del cuartel y del campo de batalla eran tan distintas que empecé a refugiarme en mis pensamientos, era difícil platicar con las demás personas, por que siempre preguntaban como sobreviví a ese lugar y no los culpo, supongo que su vida carente de aventuras los estimulaba a escuchar mis historias y aventuras para de alguna forma vivirlas ellos mismos, pero la triste realidad de las cosas era que ellos se iban con una buena historia ¡y yo me quedaba con amargos recuerdos!, la gente suele ver las historias de guerra como una película, pero todo aquel que las ha vivido sabemos que no hay palabras para decribir realmente un recuerdo como ése.
Poco a poco me arte de la gente, me hice mas intolerante y decidí alejarme, podía escuchar los murmullos de los que me criticaban diciendo ¡Tal vez se quedó traumado con tantos muertos! y otros se compadecían diciendo ¡Pobre, a de tener muchos traumas! yo sólo ignoraba los comentarios de gente hipócrita o idiota que sólo puede juzgar la vida a través de una ventana, entonces descubrí el mejor lugar para esconderme de la ignorancia, ¡La biblioteca!, había pocas personas, una sala cómoda y de vez en cuando café recién hecho, ¡Era una forma de abandonar el mundo y huir a otros!, la gente que ahí estaba me veía como una persona normal y no como un sanginario soladado que se había jugado el pellejo al otro lado del mundo, ahí descubrí que la gente culta no es metiche, ni chismosa, que no necesitan del amarillismo de una historia ajena, por que pueden vivir la que ellos quieran a través de los libros.
¡Ahí conoci a Raquel!, una chica hermosa, escondida detrás de la pasta gruesa de un libro de aventuras, me senté cerca de ella y me sentía nervioso, abrí un libro ni siquiera recuerdo cual, por que mis ojos estaban ocupados tratando de grabarme bien su rostro, ella leía y de vez en cuando levantaba la mirada para atraparme viéndola, solo hacia una sonrisa coqueta y volvía a su lectura, yo me sentía torpe y mi corazón latía tan fuerte, ¡Que con el silencio del lugar yo me imaginaba que todos ahí podían escucharlo! Raquel se puso de pie y paso cerca de mí, dejando sobre mi mesa el libro que estaba leyendo con un separador asomando entre sus páginas, se detuvo un momento, sonrió y salió de la biblioteca, tome el libro y en el separador estaba escrita la frase ¡Tomar malteada! sonreí, salí de ahí apresurado y llegué a la plaza, ahí estaba ella, sentada frente a una heladería, tenía un suéter amarillo y una falda café, era una chica discreta pero hermosa, llegué caminando aún asustado y ella me sonrió diciendo
—¡Vaya pasaste la prueba!— pasamos la tarde hablando de vanalidades conociéndonos y sorprendiéndonos de todo lo que teníamos en común, nos enamoramos de una manera casi instantánea, pero eran otros tiempos, ¡donde aún existía el romance, los detalles, los poemas y el respeto!, ella vivía sola, al igual que yo tenia cierta fascinación por la soledad, solo me hablaba de su gato, un hermoso gato blanco llamado RENDER.
Las primeras veces que fui a su casa no era bien recibido, al parecer a RENDER no le agradaban las visitas, ella trataba de hablarle bien de mí, lo que al principio me parecía extraño, pero supuse que era por el amor que le tenía a ése gato, el gato estaba demasiado unido a ella, siempre estaba en su regazo y a veces era difícil platicar por que le gustaba meterse en nuestra conversación, siempre me dejaba ver que no le agradaba que yo los visitara, ella lo cargaba y acariciaba y lo justificaba, decía que RENDER había llegado a sus brazos desde muy pequeño y que le tuviera paciencia, pero el gato siempre solía molestarme, siempre llenaba de pelo mi gabardina o mi sombrero, yo le reclamaba y ella lo cargaba diciendo
—¡Gatito traviezo! Raquel era tan linda que no podía enojarme con ella ni con su gato, así vivimos el romance, pasabamos juntos mucho tiempo, planeábamos la vida y soñábamos con la primera noche juntos como marido y mujer y sí, aunque no lo crean yo supe esperar, por que pensaba amarla toda la eternidad, con el paso de los días fue creciendo nuestro amor y los celos de RENDER eran cada vez más evidentes, a veces sentía que RENDER hacia lo posible para robar su atención, como dejándome claro que él tenia la ventaja, nos gustaba sentarnos en la terraza, yo solía leer para ella, mientras RENDER se quedaba dormido en su regazo, poco a poco el gato se acostumbró a mi presencia, pero seguía manteniendo su distancia, Raquel siempre lo consentía y RENDER disfrutaba ver que yo me encelaba, muchas veces ella se durmió entre mis brazos enamorada y RENDER jamás la dejaba sola, de alguna forma fui yo el que empezó a acostumbrarse a RENDER, era como sí el me permitiera estar con ella. Pasaron los meses y decidimos planear la boda, aún la recuerdo bailando con su vestido blanco y RENDER detrás de ella y sí ya se que muchos dirán
—¡Pero eso es de mala suerte!— pero en este mundo que habíamos construido, no había espacio para supersticiones, la vida me sonreía y me sentía tan feliz de tener a mi lado a una mujer como ella, ¡Inteligente, hermosa, tierna! simplemente no podía más que entregarle mi vida. RENDER y yo teníamos una relación muy limitada, pero de alguna forma nos entendíamos, una tarde recibí la llamada de uno de sus hermanos, ¡Raquel había muerto! ¡La muerte es tan inoportuna que no me dio tiempo de decirle adiós! y si lo sé tal vez hubiera sido mejor esta historia con una tierna despedida, pero la verdad de las cosas es que cuando la muerte quiere poner punto final no se detiene y ahora sólo me quedaba un recuerdo tan ordinario de ella diciendo ¡Hasta mañana! que por más que intentaba no podía encontrarle una frase de amor.
—¡Un paro cardiaco dijo el doctor!— ése fue el diagnóstico, ¡Yo sólo entendí que ayer estaba entre mis brazos y ahora ♤♡no! pero...¿Cómo se lo explicó a RENDER? El funeral fue como cualquier otro, con personas dando su pésame y recordándola, pero nadie la conocía como yo, ¡Sólo RENDER, que estaba parado abajo de su ataúd!, la familia no me conocía o fingían no conocerme, Raquel siempre estuvo alejada de ellos, así que en ese funeral RENDER y yo eramos solo dos extraños, extrañando a la misma persona, RENDER caminó y se recostó en mi regazo ronroneando, yo lo acaricié como Raquel solía hacerlo, pude sentir su tristeza tan profunda como la mía, durante su entierro RENDER estuvo entre mis brazos, y juntos pusimos sobre su féretro el último puño de tierra, RENDER la veía en silencio, sentí que no entendía por que la dejaríamos ahí.
Llevé a RENDER a mi casa, por esas fachas vivía muy cerca de la casa de Raquel, que después de su muerte fue puesta en venta, RENDER la buscaba por toda la casa y yo no sabía como explicarle que ya no estaba ahí, fui a buscar un poco de comida para él, y a mi regreso ya no estaba, así que decidí buscarlo, de alguna forma RENDER era un recuerdo vivo de su amor, use la lógica y fui a buscar a RENDER a la casa de Raquel y ahí estaba, arañando la puerta, extrañaba su cama, su casa y a su ama, lo abrace y le dije
—¡Ya no esta, vamos a casa, ella ya no vive aquí RENDER!— no dejaba de ver la puerta buscándola, buscaba su voz, su calor, sus caricias, lo acaricie y le dije
—¡Sé que no es lo mismo, pero te prometo que cuidaré de ti!.
Llevé de nuevo a RENDER a mí casa pero el recuerdo de Raquel me ardía en el pecho, era tan difícil acostumbrarme a estar sin ella y el único que podía entenderlo era RENDER que se recostaba en la puerta como esperando a que ella llegara, a veces en la ventana, a veces sobre mi cama, RENDER hacia cosas que sólo hacia con Raquel, muchas veces lo miré contemplar el espejo, como buscando alguien dentro y otras podía verlo acurrucado en alguna silla como si Raquel lo estuviera acariciando, mis amigos me decían que me estaba creando una obsesión con el gato y que no dejaba descansar en paz a Raquel, pero como dejar descansar el recuerdo de la mujer que amo y como ignorar a RENDER que me dejaba entender que el podía ver a RAQUEL de una forma que yo no.
Una noche la melancolía me invadió y abrí una botella de licor pero la verdad sólo bebí un par de copas, RENDER se acercó como intentando que yo no tomara ¡Pero la extrañaba mucho! ella era mi escape, mi salida, el amor de mi vida, miré a RENDER y le pregunté
—¿Cómo lo haces? ¿Cómo haces para que no te duela? ¿Cómo haces para no extrañarla? ¿Cómo haces para soportar la vida sin ella?— RENDER me miró y miró a la pared y le pregunté
—¿Puedes verla verdad?— RENDER me miró fijamente, tanto que podía ver sus ojos amarillos tan cerca y tan grandes que de pronto sentía sus pupilas en las mías, en un instante mi vista era distinta, los colores se hicieron ausentes y mí entorno se veía más marcado, como si de pronto pudiera ver el mundo aumentando ¡Y ahí en una esquina sonriendo estaba RAQUEL!, talle mis ojos, no podía creerlo, ella se levantó y se sentó junto a mí, no podía escucharla, solo verla, ella sonrió y puso su mano en mi corazón y acaricio mi boca, yo empecé a llorar, no podía tocarla ni besarla, ella me miraba con amor y tristeza, acarició mi cabeza y me hizo una seña diciendo que yo estaba en su corazón, caminó a la puerta y me dijo adiós, me puse de pie para alcanzarla pero desapareció, todo volvió a la normalidad y RENDER me veía desde la silla, me acerqué y le agradecí por permitirme verla una vez más, el se recostó en mi regazo, RENDER me dejaba verla de vez en cuando, era como sí RENDER fuera un contacto, un puente entre ambos mundos, ¡Así viví enamorado de mi amor a través de los ojos de mi gato!, la gente empezó a señalarme como loco, decían que yo hablaba con un gato imaginario, pero no sabían que RENDER era tan real, pero sólo para aquellos que estaban enamorados o que entendían el amor, un día me trajeron a este sitio lleno de locos, pero al igual que en aquel tiempo para mí fue un refugio de todos aquellos que no me entendían y RENDER venía a visitarme todos los días, dejándome ver a RAQUEL que me hacia compañía en silencio tantas veces, mucha gente no lo comprende, pero RENDER me mostraba sólo lo que había en mi corazón, aprendí su idioma y el aprendió el mío, era un idioma sencillo que pocos entienden, ¡El idioma se llama amor!".

Terminé de leer esto entre lagrimas y me puse a pensar hasta donde la locura de este hombre lo había llevado a obsesionarse con el amor de una mujer y de un gato, pero sí RENDER no existía ¿Porqué lo había visto yo? Apenas había formulado esa pregunta cuando RENDER apareció delante de mis ojos y me miró tal y como decía la historia, de una manera profunda, sus ojos amarillos eran uno mismo con los mios y pude ver al anciano de la mano de Raquel sonriendo y diciéndome adios, RENDER los seguía, los tres estaban felices y se despidieron entre sonrisas y besos, RENDER dio un maullido y todo volvió a la normalidad, mi jefa salió a verme y me preguntó con quien hablaba, sonreí y le dije
—¡Con un GATO que no volveré a ver!—



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